RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

PRETÉRITO DE VIDAS

"La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible."
(Arthur C. Clarke. Escritor inglés de ciencia ficción)

Cuando apenas sumaba altura para colgarme del picaporte de mi zaguán ya fui vendedor de dibujos a carboncillo y óleos a paleta de marquetería. Amaba los contornos de los paisajes y el perfil de las caras que para mí posaron; me colgaba de la amalgama de tonalidades que me regalaban las tardes en el paseo marítimo y suspiraba por arrancar del mar la plata que le posaban las nubes en aquellas tardes de invierno.

De las nubes bajé a tierra firme para dedicar mi empeño en secundar a Martínez Ares en su propósito de nuevo asalto al Falla. Fui el contraalto soñado por las mozuelas, con mi trino de jilguero inquebrantable y un tablado enmohecido a barlovento invitándome a cantar. Pero mi canto se tornó fisgón indiscreto y tuve que marchar a ejercer de intrépido arqueólogo en la riviera maya. Allí me perfumé con el halo de espiritualidad suicida concebida siglos atrás y destroné a mi indiferencia con la pista que necesitaba para retornar a Auschwitz en busca de mis orígenes. Tras lograr infiltrarme en las SS previo soborno a Heinrich Himmler, logré cruzar Cracovia oculto en los bajos de aquel sucio y desvencijado Panzer. Justo frente a la alambrada comencé a rodar la que a la postre sería mi más reconocida obra y Guido Orefice de la sabia mano de Benigni consumaron el milagro. Milagro que voló de sala en sala hasta que, rumbo a Los Ángeles, se precipitó en caída libre en pleno triángulo de las Bermudas. Milagrosamente fui el único superviviente de aquella tragedia, hecho que me otorgó el privilegio de naufragar bajo el suntuoso canto de tres sirenas que me escoltaron hasta las costas de Florida. Allí, despojado de todo atisbo de añeja fama, invertí hasta mi última gota de honra en regalarle sólo a quien supo ver más allá de mis andrajos el don más preciado del hombre, lo único que me quedaba en propiedad; mis poemas.

Cuando la vida regale altura y razón a esos locos bajitos que ensimismados con sus globos de colores se detuvieron aquella mañana frente al palacio de Orlando a escucharme sin atisbo de discernir nada en absoluto, pero con las pupilas y el corazón restallantes, sabré si al fin mi última obra valió la pena.

1 comentario:

  1. Cumpliste tus sueños, le arrancaste al mar la plata y la vertiste en tus poemas, en tus letras, para que brillen incluso en la más absoluta oscuridad...

    Ten la seguridad que cuando la vida regale altura y razón a esos locos bajitos, recordaran el día que las pupilas y el corazón les restallaron...

    ...porque todo lo que tus ojos rescataron de tu periplo por el Mundo, lo vuelcas engalanado en palabras que me transportan al Universo; como si realmente yo hubiera estado allí...

    Un beso de plata...

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