"Cada uno de nosotros tiene un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre".
Jean Anouhil (1910-1987) Escritor y dramaturgo francés.
Yo sólo quiero que me des igual, que no me importe perderte en la mañana.
Llevo una guitarra para cantarte y no consigo desviar su melodía hacia mi, porque escribo y te haces letra seduciéndome el empeño, porque aguardas tras mi sombra a que me prenda de tu encanto. Ni lo sabes ni has de verlo, no te culpo... Naciste luz, no hay remedio.
Yo sólo quiero que supongas para mi el amor, ese que me guarece del llanto y me hace un ser dentro del mundo. Un amor inmenso, embriagador de esos que incluso pueda doler de puro amor soñarlo... Pero no la vida. No este aliento que le falta a mi existencia sin el filo de tu boca, no el delirio de añorarte como un niño a todas horas.
Porque no puedes llegar así, como si nada, y soltarte el pelo en mi corazón. No quiero sentirme vagabunda la voz si no pronuncia tu nombre, como este ahora en que me estampas la cordura de bruces contra la primavera, con los colmillos de tu ausencia devorando a dentelladas el salón. Tú no puedes serlo todo así, sin más, sin revelarle a la luna que ya nunca será la más bella. No puedes amor, porque eres perfecta y eso a los mortales se nos escurre entre los dedos... Por eso necesito que signifiques algo menos para mi, porque desatas el oleaje en este corazón que un día fue el mío, porque me encajas el cielo bajo las costillas cada vez que me besas y yo sigo en ti, desalojado de mi, buscándome en cualquier esquina del universo.
A media estrella de ti quisiera descuidarte, desatenderte el paso un solo instante en cualquier parque, como si tu lindeza fuera a pasar de puntillas por mi vida o desconocernos algo más le sirviera de rendija a este tapiado latido... Pero el olvido tiene tus ojos, como el mar tu deriva en su marea. Por eso necesito que no entrañes todo, que signifiques sólo amor para seguir vivo en la promesa de adorarte. Justo en la medida en que yo amo este poema, porque él es a ti lo que el vuelo a una paloma, ceñido a tu grandeza para que siempre seas feliz.