RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

AMOR ORQUÍDEO


"Una mujer sería encantadora si uno pudiera caer en sus brazos sin caer en sus manos". 
 
Ambrose Bierce (1842-1914) Escritor estadounidense.



Yo te amaba por encima del mundo, casi tanto como para techar el cielo con tu belleza.

Te amaba de un modo atemporal, como ama la vida aquel vigor de la existencia misma, casi como para despeñarme en la locura de un amor tan infinito; tan robusto que espantó aquel hecho mismo de querernos en el tiempo.

Yo te quise hasta inquietarme de apego, de ternura desbordada. Te quise como nadie te ha querido ni lo hará ya en otra vida, porque fuimos la raíz del otro, un corazón a medias en pleno centro del latido compartido hasta la vida, desunido hasta la muerte. Yo te quise y no llegué a entregarte más que en versos mis razones, mis motivos para darte apenas tanto como pude, como supe haberte dado. Por eso fuimos grandes por encima de mortales, de razones y posibles, justo hasta ese día en que estuvimos ya de paso.

Yo te amé hasta que el amor fue cuestión de perdurar, de extendernos en los días. Algo así como danzar el baile por el hecho de bailar, sin tus manos lamiendo lento el leve aire que nos separaba. Te quise y lo hice bien, con la elegancia de un amor orquídeo hasta aquel beso en que dejamos de pujarnos, en que nos descubrimos tímidos, desnudos ante la luna como cuando aún nada había comenzado. Te quise hasta extender el amor, hasta dilatarlo por el cobarde miedo a perderte; como dos rectas paralelas que prometían alcanzarse en el horizonte y ya en el punto de partida oteaban sus destinos.

Yo te quise hasta esa mañana en que ya no nos necesitamos, que perdernos fue sencillo sin un porqué que llevarnos a la boca. Yo vi subsistir al cariño en un abrazo raquítico, tan conciso que se tornó escaso, derramado entre los dedos. Por eso marché, porque prolongarnos la pasión era querer eternizarla y yo... Yo no quise pervivirnos hasta borrarle las dos alas al amor.

QUERERTE SIN PERMISO

"Hay que querer hasta el extremo de alcanzar el fin; todo lo demás son insignificancias".

Fiodor Dostoievski (1821-1881) Novelista ruso.


Yo voy a quererte sin permiso, eso es lo justo. Lo haré desde dentro, sin indagar en los aledaños de tu vida, sin importarme siquiera lo nuestro. Lo haré como debo, como quiero que me quieras, insensato ante la lógica del amor cauto.

Voy a quererte porque no necesito que me quieras para quererte tanto como lo hago, porque la licencia es sólo mía y como tal la tomo, a mi antojo y cuando guste de tomarla, ante tus titilantes ojos de almendra centelleante. La conformidad es algo esencial en ambos, pero yo acostumbro a andar a trompicones, a musitar en pleno fragor de la cacharrería amor, por eso huyó de mi la luna ¿Sabes? Por eso escribo versos en la sombra.


Yo me oriento hacia tu pausa niña, bien lo sabes, por eso no requiero concesiones. No, yo no necesito tu consentimiento ni la frágil sabienda de alcanzarlo ante tu boca. Yo a ti te quiero desnuda en la corteza de tu alma, no preciso del aplauso, sólo sé que debo amarte cuando tú menos lo esperes, porque así baila la llama, porque así me naces dentro. Yo me encamino a quererte sin presente ni pasado, lo hago en las alas de este corazón atestado de aplomo que al fin se desboca, que al fin se despoja de temores y suspicacias para amarte libre, exento de culpas y tapujos banales que sólo nos quiebran el beso amor, que por más vivir nos dejan huella.

Voy a quererte infatigable, cuando menos sientas que te quiero, porque ya sólo me salva tu risa y eso es tanto como temerte; temer tu huida en mi desventura... Por eso me he adiestrado en halagarte con el mimo de las flores, para que nunca salgas de mi vida, para que el cuarto siga oliendo a caramelos.

Yo voy a quererte sin consentimiento, aunque quizá lo tenga hace ya tiempo, quizá tan firme como el pulso de ganarnos cada noche, pero me basta... Me sobra quererte tanto... Tanto como lo hago.




EL BORDE DE UNA CARICIA

"El delito de los que nos engañan no está en el engaño, sino en que ya no nos dejan soñar que no nos engañarán nunca".

Víctor Ruiz Iriarte (1912 -1982) Dramaturgo español.

Él la mira de soslayo como quien se destierra a la utopía. La mira en lo imposible de algún beso que llevarse a la boca... pero la mira.

Sabe de su propio recelo al pecado, al solo desliz de desearla por saberla tan soberbia, tan magnífica en su condición de mujer bella, tan inalcanzable como reta un poema a la luna... por eso la mira. La mira por lo inadecuado de adecuarse a su cintura, inasequible a sus dotes de galán trasnochado, por eso la contempla de por vida hasta que muera la muerte.

La mira y no puede por más que pausar la prisa ante lo irrealizable cuando ve que el universo entero le regala su sonrisa mientras fascinante ella apura su último cigarro. Porque nadie jamás había fumado de un modo tan maravillosamente bien estudiado la quería suya, porque nadie tuvo nunca unos brazos tan fríos como para sostenerle al alba un Sol que por nunca les naciera, ahora que al fin la noche se les antojaba eterna.

Cauto en la inspección de lo incorrecto, de lo vetado a lo voraz de sus anhelos la mira, absorto en sus pestañas como si al cimbrear se flexionara el mundo hasta cazarlo en su mirada. Él la observa remoto, alejado de sí desde el impracticable borde de una caricia, como si al fin divisara tierra firme allá en sus manos, justo a un paso de su sombra mientras cuida no pisarla, no rozar siquiera aquel contorno suyo que a su paso va dejando tras de sí.

EL VUELO DE TU FALDA

"El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor".

José Ortega y Gasset (1883-1955) Filósofo y ensayista español.


Cuando desaparezca de ti, cuando apenas quedes tú en tus ojos de princesa rebelde, has de saber amor que hice de ti cuanto supe, cuanto pude por acorralarte en estos brazos desunidos en tu ausencia.

Porque llega así la vida huracanada cualquier tarde de domingo y nos arranca, nos descepa a uno del otro por más besos que te talle allá en la boca, por más charcos que de mares revistamos la mirada.

Algún día, venidero a pies juntillas te enlazaré a la luna, lo sé porque de amor se aman los hombres... pero amar... yo te amo indefenso amor. Yo te quiero tan entero en mi entereza que me duele andar desnudo por tu vida. Y te adoro en cada calle que le piso al mundo, en las manos que le trenzas a mi pelo cuando despeinas mis mañanas, como nadie sabrá nunca hacerlo sobre la faz de la tierra.

Porque llega así la vida rabiosa y recia de madrugada volcando estrellas, rebañándonos las ganas de ganarnos bajo nubes de algodón y todo cede, todo calma para siempre. Porque sé del hambre que me muerde cuando raso vuela el vuelo de tu falda amor, aqui entre las costillas niña, matándome a poquito como tercia en soledad el pesar de los boleros.

Cuando abandone este barco tan nuestro, tan bajel, tan velero... miraré las golondrinas de este patio como lo hago ahora, ahora en que nos amamos sin tahúr ni trileros, y recordaré las tardes en que acompasábamos el tiempo, como si nada durase, como el par de corazones eternos que aún nos late bajo el pecho.