RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

AMISTAD




"Nuestra amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo".


Richard Bach (1936) Escritor y aviador estadounidense.






Tengo amigos que lo son, tengo amigos que lo fueron. Tengo amigos que ahora son, tengo amigos que se fueron.

Tengo amigos que bucean en el mar de mis recuerdos y jamás me recordaron, tengo amigos que no olvidan si el olvido está a mi lado. Tengo amigos hermanos y un hermano que es mi amigo, tengo amigos que en su abrazo tornan llano el precipicio. Tengo amigos que caminan con mis pies bajo sus huellas, tengo amigos que murieron en labios de su doncella.

Tengo amigos que me enseñan la humildad de ser valiente, tengo amigos que desnudan su verdad ante la gente. Tengo amigos en el bar sosteniéndome otra luna, tengo amigos que no cambian mi palabra por ninguna. Tengo amigos de una noche, amigos de otra vida, amigos que dan fe de mi esperanza más perdida. Tengo amigos por bandera soñando mis melodías, tengo amigos que acompasan mi guitarra en cada esquina.

Tengo amigos que me extrañan y extraños que son amigos, tengo amigos que en diluvios siempre se mojan conmigo. Tengo amigos que me enseñan la verdad de una mentira, tengo amigos que hacen fuerte al caminante que camina. Tengo amigos que comparten su tristeza que es la mía, tengo amigos que miran de frente siempre a la vida.

Tengo amigos que aparecen en el instante oportuno, tengo amigos que están lejos y más cerca que ninguno.


LA DERIVA DEL TIEMPO


"Tu eternidad es ahora, porque luego no habrá tiempo para nada"


Luis Cernuda (1902-1963) Poeta español.



El tiempo, ese espacio entre nuestros recuerdos.

El tiempo, ese vacío intangible que acabará por matarnos a todos, barriéndonos de la faz del mundo, arrastrándonos a ese pozo donde no habrá ya que guardar apariencias, ni llorar más pérdidas. Ese que hace del hijo padre y del padre abuelo, del árbol ceniza y del amor un soplo de aliento inmortal en las fauces del abismo.

La primavera nunca tiene noches tristes. Si acaso, cortas. Un puñado de horas que se diluyen en segundos al abrigo de un beso eterno es el mismo tiempo que transcurre intentando rescatar lo irrecuperable de una despedida entre dos bocas en un pañuelo de estación, pero jamás dura lo mismo. La edad de nuestra propia existencia hace noche en el hotel del olvido, hasta que una mañana despertamos con el arañazo de una juvetud que se nos ha escapado sin percatarnos, para siempre, sin apenas percibirlo más que en rostros amigos desvirtuados a dentelladas de años. Una arruga es el disfraz del tiempo, la huella imborrable que dejan esos trenes que nunca cogimos.

Aferrados a la costumbre de creer en él, debemos despertar antes de que sea demasiado tarde. Hay que mantenerse en el ahora porque el presente es la única verdad a la que podemos agarrarnos con absoluta certeza. Arrojarse a un pasado insostenible para tratar de reconquistar la nada es como cazar recuerdos enjaulados en pompas de jabón. Aprovecha. Aún hay charcos en las aceras. Mira las estrellas, siéntete nada en la inmensidad del cosmos. Duérmete en las nubes o canta a voz en grito, como un loco en plena calle, pero vive hasta que duela. No existas sin más, no seas. Vive a tumba abierta y destierra los relojes. Fusila esa sensatez que te ata al cumplimiento de dormir junto al rebaño... Estás a tiempo de morder tu sueño o perderlo en la prudencia de ser siempre como el resto. Descarrila tu vida ahora que todo está en tu mano, hoy que nada aún nos derrapa demasiado tarde.

Nos pasamos la vida buscándonos como si sostener la arena pudiera detener el tiempo, en busca de ese algo que jamás llega, pero la vida es implacable; tan maravillosamente despiadada que has de saber vivirla no como una más, sino como la irrepetible aventura que acaricia tu universo con las manos del destino.

HECHIZO



"Todo amante es un soldado en guerra".

Ovidio (43 AC-17) Poeta latino.



Porque debían olvidarse se querían. Porque habían de relegarse al olvido, expulsarse de sí antes de que les estallara el presente desbocado en plena boca del otro se amaban, de un modo sumiso, sin hueco a la fuga.

Porque todo ya era nada, en ese preciso instante en que se extrañaban en la sombra, callándolo de por vida. Mendigando los latidos se ansiaban, en plena oscuridad, de un modo lento, con la codicia devorando sus anhelos y el pecho cerrado de par en par. Se amaban con la fuerza del oleaje encabritado, con esa furia que a dentelladas de viento rebosa la piel del mar y lo torna marea al lamer las orillas.

Se querían en lo imposible de quererse, de tenerse y no soltarse ya en esta vida ni en otra. Necesitaban saberse aún en la vida del otro, sin preguntas, bajo el disfraz de la indolencia... de esa tibieza en que basaban aquel modo de adorarse en silencio hasta el fin de los días. Sin una palabra, un puente que saldase aquella deuda atroz de saberse correspondidos a pesar del tiempo, de los años desgastados en otros brazos vacíos. Querían gritarse, escupirse los silencios que explotaban cuando miraban juntos la luna sin avisarse, sabiendo no saberlo, deflagrando el aire cuando sus párpados se rozaban en otra mirada esquiva. Dos corazones ocultos a cal y canto, enjaulados allá, en el más alto torreón del alma, luchando contra sí para entregarse al fin al olvido del olvido.

Porque debían negarse se buscaban, en un descuido del azar que volviese a cruzar sus pasos en el mundo. Se precisaban en el azabache de esas madrugadas que trepaban por aquella calle donde una vez fueron valientes, en la locura de haber venido a esta vida a esperar al otro. Debían desconocerse pero ya era tarde, desatenderse para deshacer por fin aquel hechizo que los ataba en la nada... pero no se puede agarrar la vida. Se escapa entre los dedos del amor y se aferra a una canción, una plaza o al turquesa de otra tarde. Habían nacido para aplazarse, para demorarse el encuentro.

Existían a medias, apenas sí se hallaban vivos. No estaban aquí, tan sólo compartían planeta, respirando por inercia. No eran, sin más, porque desde aquel todo... ya todo siempre fue casi.