RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

SI TÚ ME MIRAS

"La belleza no mira, sólo es mirada".
 
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.


Si tú me miras no hay más. Si eres tú no llueve, quemo los paraguas y me tiro de boca al vacío más inmenso.

Si tú me miras todo calma, reposan los vértigos y se desangra la prisa de los relojes que no ceden ante nadie. Si te contemplo florecen primaveras en plena calle y el ruido de la culpa se evapora entre mis dedos, porque me descalzas la pena sólo con saber que soy más tuyo que de nadie en esta vida.

Si me piensas no hay ausencia ni mentiras que mentirle al mundo; no hay más baile que éste nuestro en pleno corazón de un día cualquiera, como todos y ninguno en que adorarte hasta la muerte. Porque la diadema de la noche nos sonríe allí colgada del infinito mientras nos deslizamos de una mano a otra, de una espalda al suelo... de una boca al cielo. Si me esperas permanezco, si me aguardas me alimento de la dicha de tenerte aquí, clavada en el costado, porque te tengo en el viento... en los mares que a nado cruzamos hasta naufragarnos el uno al otro. Porque me duelen tus ojos si no me estalla la mirada al verlos.

Si tú me miras no hay más. Si eres tú no llueve, quemo los paraguas y el universo me sabe al bolero que danzamos cada día, sin pedirnos más que el uno al otro. Y atardecemos besándonos en cada tejado de esta maldita ciudad y desalojo de barrio la tristeza que regaba los jardines.

Le pido al olvido que nunca te olvides de mí, que jamás descuides el cuidado de cuidarme, porque tienes la llave de mi vida y eso... eso es mucho más que pasear juntos por la vida.

(Para Inma, el faro que espanta todos mis temporales)

EL QUIEBRO DEL ALMA



"Conservar algo que me ayude a recordarte sería admitir que te puedo olvidar".

William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico.


Aunque no lo quisiera decir, le quería a veces. Aunque prefiriese engañarse una y otra vez más y se inclinara por seguir haciéndolo hasta amordazarse la nostalgia, siempre había un hueco al cabo del día en el que se abandonaba completamente a él.

Le gustase o no, siempre conservaba un instante en el día para soñar ese "y si..."; un quizás que la sostuviese un ratito más entre las nubes del recuerdo florecido. Aunque lo negara, ansiaba su sonrisa. La necesitaba para seguir anclada a ese mundo que la rodeaba, a esos días inexactos que la revoloteaban entre besos ficticios y aves de paso.

Tenía que soñar su boca aunque aquel fraude la devorara por dentro, aunque la libertad de encerrarse en la nostalgia amarrase su vida a la nada más honda. Porque era tan feliz que caminaba por andar, respiraba por vivir... Era tan dichosa en su desdicha que jamás había llegado siquiera a aprender a vivir sin él.

Uno siempre recuerda esos besos donde se olvidó de todo. Uno jamás arrincona para siempre el quiebro del alma cuando se parte el amor y se escapa del pecho para no regresar. Aunque no lo quisiera decir, le quería a veces pero nunca se atrevió a decirlo porque aquel amor que compartieron ya nunca volvería a ser la locura que curara la cordura de los dos.

DESCOSERNOS LA MIRADA



"Hay amores en los que el mundo no te basta, falta un pasito"

(Vladimir Holan)



Lamía de polvo el suelo aquella lluvia colérica como si cada gota tratase de horadar la piel del mundo; como si aquel plomizo cielo quisiera sacudirse de un plumazo el llanto contenido de cien siglos.

Llovía hasta doler y se masticaba el vértigo sobre las aceras. Dos peatones que se avistan bajo el horizonte de un paraguas quejumbroso y las palabras que se agolpan torpes en las comisuras tratando de reposar aquel aturdimiento sobre el aire denso que aún los distanciaba. Se sabían el amor a destiempo del tiempo, una vieja locura de verano imperecedero. Se sabían aquellas pasiones enterradas en la espalda, un infinito e inmortal amor vedado al presente; cercado por los años que cobardes jamás lograron hacer al final del uno el otro.

Llovía hasta rasgar el aire. Caminaban chapoteando hacia sí mismos hasta alcanzarse los pasos. Él aminoró la marcha y ella menguó su huella hasta levitar sobre aquel charco. Levantaron entonces los ojos, lentamente, cautos en la osadía de avecinarse sin llegar a detener por completo el latido de sus pasos.

Se buscaban torpemente el uno al otro bajo aquella estruendosa cortina de agua, a escasos palmos de colisionar sus almas en pleno corazón del parque cuando un instante, un segundo... una centésima eterna antes de cruzarse para siempre, se descosieron la mirada. Una mirada sostenida en la nostalgia que hablaba de flores, de juventudes deshojadas a golpes de vida. Un par de pestañas gritándose vida, implorando un rescate que ya nunca llegaría. Fue un instante sin tiempo, sin aire en el viento que los despeinaba al rozarse... pero siguieron caminando.