RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

CORAZÓN DE MADERA

Si tú no existieras habría ya demasiadas razones para volverse loco, pero fuiste a caer en mis brazos bendita la hora, y el tiempo sabio hizo el resto.

Yo tengo un corazón de madera que late al compás de tu ritmo caliente y presume de jurar que no hay amor más fiel que el tuyo, guitarra. Tú, sólo tú, ansias mis dedos sin añorar mejores manos; manos avezadas de hábiles muñecas que te quisieran encandilar, uñas que buscasen estremecerte por lo diestro y versado de su toque...

Tú, mi sucia y polvorienta guitarra, que sembraste en cada rincón la semilla de un recuerdo eterno, tanto para mi alma como para los que nos la ofrecieron con sus aplausos certeros. Tantas ciudades nos han visto sonreir juntos, tantos bares, tantas noches infinitas solitarios en el temple y la armonía que tanto nos gusta compartir a solas, cuando nadie nos mira, cuando nadie se acerca ya a pedirnos otra... Prima de tambores, se desparraman las aceras con tu tormenta de rumba atronadora, con tu hechizo capaz de hacer danzar al más apocado. Es tan grande nuestro amor que no te importa regalarme la más hermosa canción, esa que surge de la nada más oscura para vestirse de poesía en mi garganta y ser capaz de restallar el corazón de una muchacha que tímida codiciará también mis manos, sabedora tú de que son meras nimiedades pues hace tiempo que ya no sabemos vivir el uno sin el otro.

A tu olor de cipreses altos, esos que dan de comer al zahorí. A la perfección artesana de tus curvas de dama en pose, de valle a carboncillo y arena. A los arañazos que en tu cara dan fe de nuestras mil y una batallas ganadas en playas y cuartos. Al zagal que hiciste hombre pendido de un mástil en una mañana de reyes. A las miradas que fueron sinceras, clavadas en la melodía que tus cuerdas vertían para abrirme las puertas del mundo, para hacerme sentir alguien, para derramar sin miedo al fin hasta la última gota de tinta de mis adentros. A ti por ser madera y alma, gracias por lo vivido y cuanto vendrá.

BRINDIS CON AMIGOS


A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante del cual eres capaz de paladear hasta el más nimio detalle; tanto que hasta perdonas esta siesta que en breve habré ya echado de menos...

A veces la vida es tan maravillosa que descubres que tienes familia en Cantabria, gente que lo da todo por nada y se revienta a carretera para venir a decirte con una sonrisa sincera que eres lo mejor del mundo, que te siguen más que tu propio entorno; gente que hasta lee tu blog... Es tan fantástica a veces que flotando sobre el más común de los momentos te hace abrir los ojos hacia una Conchi y una Marián que aun disfrutan tras mil batallas del enésimo concierto por tal de compartir charlas triviales asadas en una habitación; y encima se vuelven...

A veces el portento de la vida da su fogonazo en los ojos canela de Mariangeles, en su madura ternura y la incorrección de sus verdades a medias; en la pasión refrenada de los gestos cómplices sin más contacto que el brindis de las copas, porque soñar a veces no sale caro cuando aun queda gente que realmente vale la pena y hace un poco mejor este turbio mundo. Es tan portentosa a veces que te hace sentir como amigos de toda la vida a una pareja de securatas que se tumban contigo en la alfombra a la luz de las estrellas para recordarte que más allá de los acordes está la vida terrenal y sus madrugones de diario; que la gente tiene niños, trabaja, y amanece a tu lado porque disfrutan con tu mera presencia.

A veces llega la vida a ser tan soberbia como para, en el rincón más olvidado, florecer en los ojos de María, en la prudencia agazapada de una mujer con cara de niña en medio de los montes. En su sobrejuicio a duras penas llevado a buen puerto; en la promesa de un mañana sin pañuelos de despedida... Al amanecer volveré petate en mano a mi pueblo, a mi Conil, en busca de una nueva bocanada de primavera que me vuelva a apegar a mis orígenes, a mi yo más puro y verdadero.

Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.

SEÑALES DE HUMO

Tú vuelas presurosa, tú dinamita para un bolero,
dama de los lavabos, taconazo firme sin pisar el suelo.
Llave de los escotes de caramelo
que meten tu alma en su monedero;
vaivén del sueño de los trapecios
camelando buitres desde el burladero.

Volar vuelan los años
porque el tiempo muere en los balcones sentadito a tu vera.
Olvido en el olvido mi trinchera
para fumarme a besos la melancolía.

Y ahora que eres feliz flotando en mis letras
nos cabe el mundo en una maleta,
la vida muerde flores con señales de humo.
Y ahora que en la penumbra nos embelesan
puestas de sol quemando promesas,
la vida nos sonríe con señales de humo.

Tú vuelas presurosa, libro sin hojas de boca en boca,
liebre entre los trigales,
carrusel de coplas tiñendo portales.
Gata de las alcobas sin equipaje
que coleccionan canas al aire;
fuga del santo, bala perdía
que vivió la vida porque eran dos días.

APOSTASIA

"El hombre, en su orgullo, creó a Dios a su imagen y semejanza" Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán

En los últimos 3 años la religión en los colegios ha perdido nada menos que 6 puntos, siendo en el 2006 menos de la mitad de los estudiantes los que han optado por religión en secundaria, y ya un minoritario 36% en bachillerato. La diferencia es aún mayor si descontamos los colegios concertados, los cuales están obligados por ley a ofrecer alternativas, pero donde los estudiantes no optan a ellas debido a posibles discriminaciones. En algunos de estos colegios concertados incluso tienen que quedarse en clase, escuchándola, pero realizando otras actividades (leer, escribir...).

A mí me resulta curioso que la iglesia, en lugar de decirnos en qué gasta nuestras limosnas (no publican cuentas), se dedique a construir colegios solo para ricos, como si en el mundo no hubiese otras necesidades que la de adoctrinar a quien en el futuro tendrá el dinero: los hijos de los ricos. Quieren tener el control de estos niños, solo de los ricos, adoctrinándolos desde bien pequeñitos. Por otra parte, no me extraña que los que sí pueden elegir, no lo hagan. ¿Quien quiere "aprender" que la mujer debe fregar el suelo, que un divorciado/a es egoísta o que los homosexuales están enfermos? Porque eso es lo que se "aprende" ahí. ¿Quien quiere aprender que tu Dios te va a castigar rencorosamente al final de tu vida si no te portas "como ellos digan"?


¿Dónde está el Dios del amor? ¿En la iglesia?. Supongo que entre monaguillos bajo sotanas de obispos anda el juego, al menos aquí se vieron obligados a pedir perdón a regañadientes por las miles y miles de violaciones acometidas; sin remontarme por pereza a épocas de brujas quemadas, Galileos e inquisiciones imperialistas, algo es algo... Muchas somos las personas que, sin ser católicas ni haber pasado por el aro de la comunión para tener más regalos que los demás y no ser el rarito de clase, fuimos bautizadas y, por tanto, figuramos oficialmente como "creyentes". Sin embargo, existe un procedimiento para que la Iglesia Católica suprima nuestros datos del libro de bautismo: la apostasía, es decir, la renuncia pública a la fe católica.


Supongo que tras ésta exposición llamarán a mi puerta los jinetes del apocalípsis... A ver si hay suerte y así me ahorro leerle la cartilla al todopoderoso, poca vergüenza con lo que tuvo que penar tu hijo Jesús con su cruz a cuestas predicando la antítesis de lo que un Papa y cuatro cuervos han convertido en el mayor monopolio y bochorno de éste puerco mundo. La verdad es que pocas excursiones al Vaticano de africanitos subvencionados por el episcopado veo en los telediarios, a veces parecen tener hasta estómago éstos retrógrados que se escudan en declarar sus riquezas Patrimonio de la Humanidad para no recaudar en subasta ni una piedra de su basílica en favor de tanta desgracia... A otro con el cuento.

24 HORAS

Qué rápido fue todo. Apenas cayó el desplome de este cuerpo en mi cama, un sentimiento de vértigo afloró entre los recodos de mi mente. Un día, un solo día, la semana menos seis en los ecos del minutero; qué largos unos segundos, cuan veloces las horas, a ratos densas, a ratos relampagueantes... Tan frívolo el tiempo, implacable ante cualquier sentimiento posible...

En un solo día fui lo que fui. Tendí la ropa mojada al sol y me duché un par de veces ante tan sofocante clima. Volví a reciclar por separado en cubo y papelera, prometí de nuevo afeitarme al espejo y rellené de colutorio el paladar. Salí a la calle, limpié mi cara con aire en la bici y visité de modo fugaz a mi abuela. Recogí los platos, canté unas coplillas de El Barrio mientras cocinaba pasta. Sentí el paso de la vida en mis talones y el vuelo rasante de los gorriones en el balcón. Bajé a la calle, corrí veloz y ya en el sofá me embarqué en una nueva ensoñación. Revisé fotos, cartas de otros tiempos; notas olvidadas de un futuro para dos. Añoré sus manos y la practicidad de lo seguro, su mesura a todas horas, el calor de su pecho y los labios que más me quisieron. Trepó el Sol a lo mas alto y deslumbró mi sollozo.

En un sólo día fui lo que soy. De vuelta al local, a la fábrica de sueños, calmé el latido con las bromas más dementes, me dejé arropar por el compás, mecido en mi guitarra y hasta tuve tiempo de reparar en el lento paso de una nube, en el sudor de los ferrallas, en la disparidad de vidas que desbordan el planeta. Me agradecí a mi mismo haberme tenido en el recuerdo presente y hasta fumé un cigarro a la salud de mis indecisiones. Volví a las pedaladas, me perdí en la mirada triste de un perro en la cuneta y de vuelta a casa casi me enamoro de una cara guapa, de un pestañeo que me abanicó las trabas, de los aires de una primicia olvidada entre el ansia y el deseo. Era rubia o morena, creo que alta. Da igual, ella nunca lo sabrá y tuve en mi mano evitarlo.

En solo un día fui lo que seré. En la oscura noche tuve tiempo una vez más de creerme fuerte. De dominar por completo el destino y esperar sólo lo bueno del mismo. Tuve tiempo de gritarle a la almohada que me dejase dormir, de perderme en el techo con memorias de antaño. Tuve incluso tiempo de meditar con mi otro yo qué es lo que realmente quiero, más ni yo mismo una vez más supe qué decirle. Él no se enamoró nunca y ese fue su infierno. Yo sí, y esa mi condena. Es la eterna levedad de la vida y su maldita contrariedad la que en el fondo nos hace sentirnos vivos. Trataré de buscar respuestas en los sueños, quizá dormido venga la certeza a visitarme.

Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.

ALGUIEN DIJO CANTA

"La amistad, esa proeza. Conversaciones para dos, humor para dos, dolor para dos, placer para dos... suma y sigue."

Corría el año 99, plagado de nuevos horizontes ante el reto del nuevo curso pacense. Yo, ataviado con mi eterno chándal y una zeta que aun se resistía a abandonarme llevaba como siempre mi guitarra al hombro. Delante, las escaleras de la urba y un puñado de compañeros copa en mano. Al fondo un tal Topo que entonaba sus canciones en propiedad, en mi mente el asombro ante tal extravagancia. Pestañeo, medito, y estamos en su salón, acicalados de domingo en corro con la sonrisa desatada y el Kano destrozando "Yo te voy a amar". La serenata discurre como tantas otras mías, pero con el paseo marítimo demasiado lejos. De pronto, alguien dijo canta. Sonó "La última noche". Sería la primera, y nada lo mismo.


Tú que saltaste de cabeza del nido, el bicho más raro de la Plaza Chica. Un móvil implorando piedad al que llama Loquillo y luego Elvis, la cabra que arrasó el monte, un megáfono rebosante de palabras sonriente ante el ancho mundo, mostrándole orgulloso al Universo su jaula de pájaros enajenados. Tú, que ampliaste mi familia con todo tu rebaño de compadres y comadres (amooooos...jajaja), el ritmo que marca el guapo, el eterno niño grande con cuello de toro (Eaaa...estás mulooo...) que me regaló el mate, el Tote, los CDs rayados, la varita mágica, Madrid, Córdoba... El que me encajó los dientes en parques bajo luces de farola; que me inyectó locura en vena para huir de los prejuicios vanales. Quién me iba a decir sino tú que algún día podría escribir una canción que se acurrucase en oídos ajenos sin estorbar, yo que crecí subido en un tabláo de carnaval a golpe de caja y bombo. Quien me susurró al oido que las palabras no son patrimonio del escritor ni el poema del poeta titulado, ahora que te escribo desde nuestra Palabrafernalia por ser otra puerta abierta más en tu bagaje. Gracias por saber, por querer y poder.


Siempre valiente, siempre obstinado en el repaso en bucle de tus textos. Siempre rebelde, siempre tozudo y cabestro ante la contraria; siempre auténtico. Pacificador de enemistades (¿Pero qué problema hay?), el único segedano capaz de dejar la convocatoria popular de su alcalde a la altura del betún, gran jefe indio; pícaro de veinte ases en la manga. El nuevo sueño americano donde absolutamente todo es posible. Son tus quimeras, esas que te empeñaste en compartir conmigo, las que tantas y tantas veces me han hecho y seguirán haciéndome tan dichoso.


Amigo, dónde nos llevó la vida desde el Vanbasco con Bisbal y "El Aroma de tu Piel", dónde nos lleva desde que estampamos los sellos en las maquetas encima de mi cama, dónde nos llevará con tu canto poderoso de rabo de lagartija por bandera. Dónde guardo tanta andanza si no te estás quieto joder (tranquiiiiilooo..), tantas llamadas, encuentros, aulas, autobuses, hoteles, cuartos, karaokes, gilipolleces, migajas y cerebros fritos... Bendita la vida bohemia, muera el común de los mortales. Cómo ha girado la órbita de un confín al otro del destino, quién nos lo iba a decir amigo mío, quién. Esto ya no hay quien lo pare, quién lo esquive, quien lo cambie, quien lo borre; es la firme realidad de un sueño forjado a fuego lento en las paredes de cuatro cuartos... Ojala nunca me haga viejo porque por tu maldita culpa seré insoportable. Y puede ser posible respirar... ¿Te imaginas que algún día conocemos a Los Delinqüentes? Capaz eres...

EN EL CAJÓN

Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.

Yo tenía un barrio por ciudad, mil días de bolsillos y cromos, tebeos derramados en una mesa de bar, un monopatín solitario en el garaje, calor en navidad, villancicos en el cassette. Yo tenía olor a salitre en la ventana, un zahorí de boina calada, caja y bombo en los ensayos de enero, detergente para el barro, una acera donde hacerme mayor. Yo tuve una tormenta en la ventana, el filo de mi navaja suiza, una lupa quemando bolsas de basura, zapatos seniles en el trastero, un pozo y mi burro, charol rojo y tijeras, pins en la solapa, pulseras que me cubrían el brazo, el tupé de mi abuela, septiembres a la bartola.


Yo tenía una pecera pequeñita con peces naranjas, páginas a boli en mi diario, ropa sucia cada tarde, un hámster comiendo pipas, un cielo sin santos, chaparrones en la playa, glaciares que nunca se derretían en la tele, Martini de garrafón, Rives y Bacardi cola con mucho hielo. Yo tenía el mejor perro del mundo, un corazón tallado en un eucalipto, pesetas negras, balones de Phoskitos en la cuneta, relojes Casio de pulsera, rotuladores Carioca con colonia, cajas de ceras Plastidecor siempre incompletas, sombras chinescas entre farolas, un cajón con petardos y candado, cigarros en el molino. Yo tuve chupetones bajo la melena, arañazos de pasión, vidrios pulidos en la orilla, héroes que existían, reyes en el salón.


Yo tenía la zarpa de mi gatito, una casapuerta donde vender mis dibujos, el latido acelerado en gimnasia, plataneras salvajes entre los escombros, caballitos y derrapes en la moto, borracheras sin resaca, zagalas que se rieron de mí, trajes de fin de año prestados. Yo tenía malotes cabrones de los de antes en clase, miedo de quedarme solo, ladronas de ilusiones, todos los juguetes del mundo, pastillas para el carbón, cabinas de madrugada, envidia de tanto, luz en la mesilla, espadas de fregona, trombas en el Carril, patos en La Charca, sabias pupilas azules, bosques de pinos. Yo tuve sangre en la nariz a todas horas, las malditas gafas, el perfume de mi calle mojada, mapas del tesoro, la cárcel de La Oca, papeletas y polvorones, brujas buenas, lápices sin punta, cenicientas a las doce, una lonja en el muelle, banderas verdes, estrellas fugaces sin deseo, gaviotas en el río.


Yo tenía libros en la mochila, hilos ardiendo en el brasero, sobras en el comedero, pimplato y comba, un jilguero azorado, un eclipse en la azotea, saltos a la baldosa de color, papel Albal en el recreo, conjuros en la ouija, gusanos de seda y hojas de mora. Yo tenía espigas en los calcetines, un corazón aventurero, más amigos que nadie, gomitas en Petinme, un disfraz de carnaval, turrón del blando, el consuelo de mamá, arco iris dobles, coraje en la pelea, nanas en mi cama, virutas en la papelera, el pitido de la olla. Yo tuve botas con punta de acero, la misma luna de hoy, cometas al levante, lechuzas en la rama, columpios que chirrían, un espejo que me escupe, libretas de cuadros, letra de niña, amapolas en el descampado, guerras en las montañas de arena, coquinas en el cubito azul, vértigo en las manos, tizón en los cachetes, zarcillos en las niñas.


La infancia es un privilegio de la vejez. No sé por qué la recuerdo actualmente con más claridad que nunca.