RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

LOS OTOÑOS QUE NUNCA FUERON

"Quitad de los corazones el amor por lo bello, y habréis quitado todo el encanto a la vida".

Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.


A las claras del día te llevaré hasta allí posada en mis alas para que al fin muera la ciudad, acuchillada a besos en un amanecer de vida.

Y lo haré despacio, fracturando los bolsillos de urgencia; con la misma diligencia con que llegaste a mis días, sin reflexión ni juicio, presta en tu solo modo de mirarme. Y te llevaré al olor de mi ayer más lejano para que sepas quien soy, para que te desbarate como a mi el levante cuando nos muerda el pelo. Iremos para que nos trepe la marea, porque sólo allí aprenderás a violar los relojes ¿Sabes? Ahora sólo irrumpo en su caricia cuando ciñes mi mano a la tuya. Y debe ser por algo amor, por algo demasiado colosal como para obviarlo un solo minuto más y necesito encontrarme; escapar de mí para hallar aquel sentido que escupía sonrisas a cada instante vivido.

Los otoños que nunca fueron tienen que estar allí, atrapados en algún latido breve, en algún arañazo de bocas revolcadas en la arena. No hice más que desertarles el abrazo, repudiar aquellos aires de hoja caduca y ahora daría mi vida por rozarlos siquiera, por alimentarme de sombras... Los pasé por alto bajo tanta primavera y ahora... Ahora necesito evocarlos de cerca, cara a cara. Respirar una última vez todo aquello que era mío y ya perdí para siempre, hoy que ya no le tengo miedo a la vida, sólo a su nostalgia.

Te arrastraré sí, bajo esta ropa mordida de recuerdos hasta ese universo que encierro de orilla a orilla y podrás al fin apartar cuanto te sobre, rehuirle al colectivo lo mundano de su prisa, de su impaciencia por tener hasta henchirse de ansia el vientre. Yo... Yo te llevaré justo donde colinden tierra y mar, a ese límite del mundo que todos dicen conocer pero ya nadie paladea. Y vendrás para que mi patio linde con el tuyo al ver la tarde tornarse caramelo, cuando el techo del mundo tenue se acicale de estrellas y muera en los labios de la luna la menguada lengua del sol.

SOSTIENES LA MIRADA


"Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón".

William Shakespeare (1564-1616) Escritor británico



Un par de ojos se alzaban sobre el gentío. Trotaban, se desplomaban sobre el bullicio incontestable. Graduaban su ajuste al paisaje engarzados en un halo de humo rancio; vetusto y deslizante sobre el filo de otra copa.

Revoloteaban tediosos circunvalando cada gesto, cada esbozo de ser retratado bajo el rostro de la manada. Graduales hurgaban en lo ajeno, en busca de nada, a la espera de todo cuando fueron sorprendidos, rozados siquiera en su capacidad de asombro. Fue una décima de segundo, apenas una eternidad en que sustentar el hambre de amor que les duraba ya cien vidas.

Era ella, ella entre tanto cosmos y le había sostenido la mirada. Una maravillosa cualquiera que le cruzaba los cometas; la llama que aviva el rebrotar de otra nueva ilusión quien le había agarrado el tránsito para rescatarlo de sí. Era ella. Fascinante ella y le había sujetado el parpadeo, complacida en la inspección fugaz que hasta ese entonces se derramaba pobre sobre la barra.

Le sostuvo la mirada y se atravesaron las almas en busca del todo. Eran ya titanes sobre el mundanal ruido; el hambre de hazañas, conductas y hechos surcando aquel techo. Se habían soportado el choque de pupilas y ahora les urgía alimentarlas, reforzarlas presurosos hasta consolidarlas antes de que se les derrumbara la confirmación ajena... Pero no había ya nada que temer; era para entonces aquel par de extraños uno, indisoluble ya en otros labios forasteros.

Un par de ojos se alzaban sobre el gentío y ella respaldó su causa, su manera de divisar el azar en un soplo de vida. Secundó su acecho, su fisgoneo como asoma siempre el niño a lo prohibido... Y le dobló las cañas afirmándole lo cierto del encuentro, del extraño que por siempre ya perduraría en una sola mirada.

CRÍMENES PERFECTOS



"Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta".

Elías Canneti (1905-1994) Autor búlgaro en lengua alemana.



Y cómo ibas a saberlo cuando el sentir no es de ida y vuelta. Si no se advierte más que aquí, al fondo de esta pecera amurallada de gaviotas, justo a orillas de este corazón afónico de aullarte.

Sentir igual a veces no es más que labrarse otro vacío, otra posibilidad más de extrañarte por siempre, hasta la cepa de la locura... Pero eso sabes que nunca me ha importado. Porque siempre hiciste único el placer por el vértigo, ese de agarrarme resbaladizo a la idea de tenerte, de inventarte mía con las yemas de los dedos, como si nunca fueras a escaparte de mis días. Asido por siempre; aferrado a ti con la sutileza del vuelo de las mariposas, tan firmemente sujeto a tu vida que tu solo aliento me cimbreaba el sentido de vivir, rasgaba mis velas y yo... Yo sólo supe quererte.

No como los hombres amor, no como lo alcanza el corazón al tropezar con unos ojos abiertos al amor, no. Yo... Yo a ti te quise como al aire una cometa, precisándote por siempre para alzar el vuelo niña, con la fuerza de todo el universo inabarcable enjaulado entre los labios y ahora... Ahora apenas si alcanzo a esperarte en esta periferia de la primavera, porque aprendí a olvidarte cada noche en el recuerdo, a no recordarte más que en el corazón del olvido. A sabiendas de que no vendrías, que envejecíamos a la espera de lo imposible, te extrañaba la grandeza.

Justo a estas afueras de mi vida sin mí te aguardaba, como si aún nada hubiera enmudecido bajo la piel de este cuerpo. Desvelado a sabiendas del sueño compartido ahora que amaneció al fin, que tomo consciencia de aquella muerte lenta; ya no aguardo tu aflicción pues me hiciste libre y eso... eso es tanto... como perfecto el crímen de evocarte. Desordenados nos obviamos la justicia y se hizo tarde, demasiado como para volver a colgarnos de las nubes y arriarte la luna desde este maldito balcón desvencijado de anhelos. Caduco como el amor que se profesa a un perro en navidad, me adoraste desde los aledaños de la estima, allá en los suburbios del verbo amar y me agarraste las manos; estas manos tan mías... Pero lo hiciste tenue, de un modo tan frágil que jamás pude soltarme amor.

CARAMBOLAS Y VOCABLOS


"El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo".

Albert Camus (1913-1960) Escritor francés.

Son algo más de dos años de constancia, de carambolas y vocablos, de fotos ocres maceradas hasta libarles el tuétano. Más de doscientos textos jugándome la suerte; gente a quien amé ya lejos de mi vida, gente a quien obvié sonriéndome los dientes...

La vida tiene estas cosas. Y vas y te levantas una mañana como esta y te sientas tranquilo, relajado y cómodo a pensar frente al balcón en el sonido de una cifra. En el ángel que guarda ese puñado de pétalos, de rincones inexplorados; tan desconocidos como familiares cuando se ilumina un punto rojo en el confín de los siete mares.

Somos algo más que la palabra, que el verso retenido tras el iris... Ya sí, amigos. Después de esta procesión de sabores, de arrumaco a los sentidos compartimos al fin algo hermoso como la luna que nos guiña desde arriba. Gracias por desacotarle el límite a la perspectiva, por estos cien mil corazones que hemos compartido al menos durante un minuto el terciopelo del alma. A los que estais siempre ahí, al otro lado del mundo y a los que guardan la virtud y el buen hacer de no pronunciarse tras leerme la tinta gracias, por haberme hecho tan feliz durante todo este tiempo.

Nos veremos en las nieves del olvido, quizás en un jardín de madrugada como tantas veces tracé. O quizá sólo nos intuyamos en el perfume de un acorde, en las venas de otro amanecer cargado de historias, de celos por contarle a la lluvia... Pero estareis allí, ya siempre entre mis letras floridas, henchidas de esta Palabrafernalia que hoy brinda en vuestra copa.

Gracias por soñarme los versos, gracias.

EL LENGUAJE DEL MUNDO



"El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen".

Rabindanath Tragore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.




Érase una mujer cualquiera colgada del permiso de unos labios. Apenas altiva en su menudez transitaba las vías con el fin de caminar, lejos de entablar rumbo. Reía justo en el centro de su propia boca, bajo las dunas de sus pómulos hollados. Y lloraba, lo hacía abrazada a un bolero, con la rima del balcón hueco de príncipes, como cualquiera lloraría... Pero silenciaba sus desidias con el tesón del marino que expectante contempla su anzuelo vacío.

Érase que se era algún hombre vacío con cara de ausencia aguardando la lluvia, por si viniera a cesarle la grieta, como si calarle fuera a alejar los mapas que ella imperaba hasta borrarlos del horizonte. Apenas huraño en su regusto a desengaño pendía de la vida como el mutuo amor que una vez profesado se remuerden vino y olvido. Y se hacía viejo; más y más añoso mientras las aves teñían de amor las calles en su danzar de alas, bajo la atenta mirada del aire recién surcado.

Eran dos seres más pero miraban los charcos y tropezaban consigo, porque les convergían las manos en fotos ancianas, porque la sangre al fin no les latía de distinto modo... Eran sin más pero en su estampida del cielo, justo donde ya nada ni nadie los rescataría, hablaban sin saberlo el lenguaje del mundo. Porque eran insuperables en esa mediocridad que los hacía únicos, en su tejado aceptable, en aquellos besos pasados tan comunes, tan finamente corrientes que los anclaba a la tristeza de añorarse.

Eran no más que prosa ante la galantería del poema de la vida, apenas los parques tatuados que ayer cómplices reflotaban a su paso. Serían por siempre dos cuerpos normales versando de nada, de no ir al baile, de lo ordinario de sus tactos tan metódicos, tan moderados como el de cualquiera... Pero entre tanta uniformidad, bajo tanto ser pasable, eran tan irrepetibles; tan magníficos por no querer... Por no saber dejar de amarse en lo callado, sobre el abismo que los separaba, que enjaularon la luna tras las pupilas para jurarse volver a ser uno.