RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

A LAS TRINCHERAS

"Hoy es Navidad. Habrá una sesión de magia a las 09:30. EL capellán Charlie, os va a decir como el mundo libre vencerá al comunismo, con la ayuda de Dios y unos pocos Marines. A Dios se le pone dura con el Cuerpo de Marines, porque matamos a todo bicho viviente. Él juega a lo suyo, nosotros a lo nuestro. Y para mostrarle nuestra gratitud ante su inmenso poder, le llenamos el cielo de almas hasta los topes. Dios ya existía antes que el Cuerpo de Marines, así que el corazón se lo podéis dar a Cristo, pero el culo pertenece al Cuerpo. ¿Habéis entendido, nenas?."


La Chaqueta Metálica

EL ABRAZO DE LA LLUVIA

"Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años."
Abraham Lincoln (1808-1865) Político estadounidense.




Vida se escribe con mayúsculas, necio el que la paladee como simple vocablo.

Uno es feliz en su ensueño de días, días que transcurren con el simple fluir de la vida, sin pretensiones que den rango de importancia al hecho de vivir. No valoramos nunca lo obtenido en ésta suma de tiempo, ni siquiera reparamos en la indecencia de sentirnos vivos a precio de nada, de levantarnos respirando, de tener otro puñado de minutos por derrochar.

Somos unos sinvergüenzas en toda la amplitud del término, no tenemos el detalle de sentarnos un solo segundo en el escalón de un portal a mirar a nuestro alrededor, a ver venir al mundo de hacer la compra, a contemplar cómo el globo que se le escapa al niño del carrito se eleva con la armonía de un vals vienés perdiéndose en un cielo impoluto. No somos merecedores del premio de sentir. Vemos mariposas como mariposas, no como gusanos hechizados. No somos merecedores de nada, invertimos el milagro que supone caminar en colocar un pié tras el siguiente, sin reparar en la majestuosidad del hecho, sin dedicar una maldita hora de nuestras monótonas vidas a mirarnos los dedos de los pies, a apreciar su forma y como responden a la orden que dicta nuestro cerebro. Nadie pregunta el precio a la evolución, a los milenios que supuso llegar a mantenernos erguidos para que al final contemos dinastías de personas que jamás llegaron siquiera a advertirlo, si alguien tratase de frotar piedras al lado de palos olería la esencia de los siglos y sería amo del universo por un segundo.

La demencia que me corroe ayuda a digerir tanta falta de modestia, pasarán los siglos y seguiremos viendo un mercado como un sitio donde canjear dinero por mercancías, sin pararnos a meditar cómo cayó el trueque hace demasiado poco tiempo, sin echar una maldita lágrima por el refugiado que hoy llora al ver un grifo gotear, el milagro de una tubería con metal forjado en manos del hombre y el líquido madre que fluye a nuestro antojo con un simple giro de muñeca… Jamás valoraremos nuestra inmensa dicha amigos. El mundo es demasiado maravilloso con su barriga hinchada de penas, es arrollador el poder ver sus colores, sólo por eso ya deberíamos ser mucho más que felices. Deberíamos dedicarnos a comer y dormir contemplando gaviotas pescando en el mar, viendo cómo el azul se torna violeta para acabar muriendo gris hasta el próximo amanecer, cuéntenle a un ciego la experiencia, didáctica vital. Deberíamos dejar nuestras soñolientas vidas para huir montaña adentro en busca del arrullo del viento entre los almendros, cómo golpea el cierzo nuestro urbano tímpano, cómo se te eriza la piel con el roce de las patas de un grillo cuando nunca has logrado oír, necesitarías gritarle gracias a la vida; simples monos evitando adiestrarnos con el pulcro orden de las hormigas y su rutilante sociedad.

Nadie ha observado el fluir del agua en el abrazo de la lluvia, cómo se amolda al contorno de nuestra cara; cómo se disfraza de perfectos círculos concéntricos al besar los charcos... Tendrían que imponernos desde el colegio salir a correr sin el abrigo de nuestros padres para perdernos en la inmensidad de la vida, tocar y sentir el regalo que nos dio la nada, temblar de frío en la noche y sentir hambre, verdadera hambre, para valorar en su justa medida el plato que llevamos insensibles cada noche a nuestra mesa.

Llora la tierra cara a cara con sus hijos, indignada ante el derroche de días incinerados sin mirarnos los unos a los otros a los ojos. Suerte al ingenuo que muere con coche, mujer y piso sin haberse siquiera cuestionado su lugar en el mundo.

SOÑAR DESPIERTO

Suelo soñar a menudo con malvados que me persiguen en callejones oscuros, a modo de thriller de bajos quilates, oculto yo entre barriles en llamas mientras unos zapatos asoman bajo la batería de coches pistola en mano. Soñaba en tiempos con Freddy de perfil en el tejado, afilándose las uñas con una luna de queso perfilando su silueta, fue la pesadilla que me reventó los sueños de infancia. Sueño de modo frustrante que alguien me encabrita el buen hacer y al querer golpearle el pómulo izquierdo me flotan las muñecas; se condensa el aire y ralentiza mi puñetazo a la par que recibo una descomunal tunda a la velocidad del rayo mientras abogo por despertar sin obtener fruto alguno, encerrado entre sábanas. Sueño con gente a quien asesinan a mi lado y apenas me arranca una mirada despectiva, sueño con los míos que se fueron y me acuchillan la entereza al despertar rememorando que minutos antes no les presté siquiera atención.

Sueño periódicamente con caídas al infinito, empujones al vacío mientras el vértigo se anuda a mi garganta hasta hacerme despertar empapado en sudor. Sueño soñar con ladrones que, antifaz de cómic sobre la nariz, trepan por mi balcón y cruzan mi cuarto mientras yo trato de gritar con todas mis fuerzas, mas el simple susurro que alcanza a delatarles mi escondite es lo que único que alcanzo a vomitar de mi laringe. A veces lloro mares cuando despierto la duermevela y las pupilas se ensanchan de alivio al descubrir la sarcástica broma de la mente. Sueño con frecuencia el pasillo de camerinos, las escaleras que conducen al escenario en medio de una plaza de toros desbordada de gente a oscuras, y la guitarra que no aparece mientras un millón de ojos me escudriñan en busca de repuestas a mi insensatez.

Sueño con todos mis miedos, con el cúmulo de pesadillas que a su modo van moldeando nuestras personalidades bajo la almohada, en el barranco de realidades a los que arrojamos nuestras almas cada madrugada. Sufro como cualquier otro mortal lo hará también esta noche, desnudo ante la magnitud del terror más innato del hombre; más seguiré prefiriendo jugármela por un ratito más en los brazos de Morfeo.

Porque esos cinco minutos más de sueño, algún día serán el único modo de besarte sin que apartes la mirada.

CARTAS EN EL ARMARIO

Es fascinante la magia que desprenden las cartas antiguas. Seres olvidados en inmundos cajones desvencijados, bajo luces lúgubres y manchas de tinta gimoteante. Suelen aparecer de la nada tras infructuosas limpias, en el embalaje de una mudanza, o en polvorientas cajitas de zapatos amontonadas sobre el armario. Su poderío es demoledor, capaz de ahogar en un mar de lágrimas al más apuesto soldado o devolver la sensación de haber estado enamorada una vez a la desvalida ama de casa, sierva de un mastodóntico rufián. Poseen la potestad ansiada durante milenios de vidas por reyes y reinos, la del dominio absoluto sobre el corazón del hombre, acariciando o desgarrando a su antojo a lomos de simples y llanas letras ordenadas, toda una piel de escarpia sobre el alma de un titán. Depende en ojos de quién, puede llegar a matar la idea de un tiempo pasado mejor.

Y no hablan esas cartas de espanto ni fragor en la batalla, sino de almendros en flor y torsos desnudos bajo un cielo de verano. Hablan de seres que ya no comparten nuestros días, de musas que nos dejaron en la cuneta y quemazón en el costado izquierdo. Hablan de reyes magos, de fantásticos viajes y postales desde paradisíacas playas. Hablan de épocas sin embuste, intensamente degustadas minuto a minuto como si el mañana fuera a devorarnos sin compasión. Sinceras y hambrientas de problemas que más adelante ya cayeran sobre nuestras cabezas. Guardan esas cartas historias reales que huyeron para siempre entre miles de antenas y cables submarinos, desterradas a un pasado compartido con Olivettis y tinteros de pluma. Ahora que se nos nublan tras la cortina de años, amores vividos a flor de piel, a menudo intencionadamente obviados por la fragilidad de estos tiempos que corren, con mayor aplomo pero menor latido, con mayor recorrido pero apenas viveza en las palabras, en los gestos; en el modo de adorarnos.


Un batallón de palabras sería capaz de arrodillar al ejército más poderoso de la tierra, cabalgando a través de acuosas pupilas desbocadas hasta hacer añicos por completo la osadía, el coraje y el brío del más guerrero; dejándole desvalida el alma como a un niño que ha perdido a su mamá.

HASTA LA VISTA, MIRLO BLANCO

"- He estado en sitios no muy agradables, allá a donde voy está mucho mejor, ¿quieres venir conmigo?.
- ¡Vaya!, vas muy deprisa...
- Si vieras lo mismo que yo, también tendrías prisa.
- Bueno, esta vez es a mí a quien miran.
- ¡Eres preciosa!
- Me miran porque no estan acostumbrados a ver en su restaurante a chicas con vestidos de 3 dolares.
- Escucha nena, a ellos sólo les importa de dónde viene la gente, y lo realmente importante es a donde va.
- ¿Y tú a donde vas?.
- A donde quiera."

Enemigos Públicos

FELIZ NAVIDAD

Odio que el calendario me dicte cuándo deba disfrutar el tiempo del amor y la felicidad entre humanos, odio que me lo diga la televisión con padres que se besan y niños que devoran turrones, odio que me deseen felices fiestas los mismos que el resto del año me vuelven la cara. Odio sus correos con vomitivos deseos de paz entre los hombres, mucho más aún aquellos que tratando de ser originales, logran rizar el rizo de lo patéticamente insostenible con chistes de barrio que hacen carcajear a la plebe en torno a una mesa repleta de cigalas. Odio los trineos de un Papá Noel abotargado de Coca-cola que promulga regalitos con lazos impolutos días antes de que los reyes se cuelen por la ventana. Odio a las mentes frágiles que lavan sus manos donando calderilla al tele-maratón de turno para tapiar la triste realidad que esconden tras la cortina, odio que en primavera ese señor ya no se acuerde de África ni se preocupe por volver a hacerlo. Odio las multitudinarias ventas de juguetes que facturan en una semana el 75% de lo recabado en todo un año mientras un martes cualquiera los sueños de un niño se pudren en las jugueterías. Odio las ofertas masivas temporales de telefonía que tratan de maquillar con benevolencia hacia el cliente la millonaria planificación de su director de marketing.

Odio que los mismos que se jactan durante todo el año de promover campañas de ahorro energético, den desde noviembre lecciones de despilfarro social con millones de bombillas perfumando el hedor a crisis que tanto ayer nos acuciaba (el ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, se ha gastado este año 3,5 millones de euros, "sólo" un millón de euros más que el año pasado, en un alumbrado que emitirá 3000 toneladas de C02 a nuestra herida atmósfera, un nuevo lujo para un país que ya es líder en incumplir el protocolo de Kioto). Odio el colapso de líneas de teléfono la víspera del año nuevo para demostrarnos de modo lamentable que nos importamos, prefiero un te quiero inoportuno en una tarde cualquiera. Odio los putos villancicos que ensalzan la grandeza de un salvador que prometió venir a verme, odio los portales de Belén que caducan cuando crece el niño, odio la lotería por rescatar la esencia del corazón navideño que nos empuja a querer salir cuanto antes de éste maldito protocolo de la mano de un boleto, odio que pronto comiencen las fiestas en Agosto y me cuelguen una guirnalda de la toalla, odio que las empresas nos traten como a títeres invirtiendo un gran presupuesto en publicidad para recordarnos nuestro papel de consumidores sin criterio.

Odio que sean tan cínicos como para empapar éstas fechas de sentimientos entrañables en defensa de valores familiares y de elogio de la solidaridad con el único propósito de llenarse los bolsillos, odio que los borregos se aglutinen con los belfos rebosantes de uvas frente a un campanario, odio que hasta la gente de a pie se lucre (a río revuelto, ganancia de pescadores) del negocio con carísimos cotillones de etiqueta en los que no me dejan meter el piercing, odio que su actual modelo de consumo (del cual todos somos los únicos responsables de principio a fin) incremente el número de personas desnutridas en cuatro millones, mientras en estas fechas se tiran hasta un 40% de los alimentos producidos, debido a descartes por exigencias estéticas del mercado, los fallos en la distribución de tan grandes volúmenes, etcétera. Odio a quien puso precio y fecha cada 6 de Enero a la hipocresía de obligarnos a regalar materialismo a quienes comparten nuestros días, pudiendo mostrarles nuestra honra con un detalle sincero y entrañable cualquiera de los 364 días restantes. Odio que nadie en éste mundo se replantee acotar el periodo navideño a la mera navidad de nuestros ancestros, desde Nochebuena a Reyes, como ocurrió toda la vida hasta la llegada de El Corte Inglés, lo cual supondría paliar en más de la mitad todo este derroche.

El espíritu de la navidad tiene resaca desde que una mañana me levanté con cara de candidato a rey mago.

EXTRAÑOS

Lo peor no fue respetar nuestro nuevo posicionamiento en la partida, ni ofrecerle una sonrisa tapiada de lágrimas, ni mirarla a los ojos temiendo no volver a verla en los míos. Lo peor no fue retraerme del roce de su mano, ni gritarle con mis labios sellados que nunca nadie sabría amarla tanto. Tampoco el saberme tristemente huérfano del derecho a rogarle que jamás se enamorase de otro, ni saber que, inevitablemente, siempre la querría.

Lo peor no fue volverme esquivo de sus pesares, ni hacer un chiste malo de cada asomo de debilidad. Tampoco fue la asunción de verla caminar ésta vida sin mis torpes andares, ni mostrarle el embalaje que ya empolva nuestras noches de estrellas de mar pendiendo del cielo, ni bailar cuando no quiero, ni soñar cuando no sueño más que con caricias. No fue tampoco el recital de miradas indiscretas que nos rodeaba al acecho de publicitar una exclusiva, ni decirle guapa como a cualquiera, ni la insulsa charla sobre cobardes nimiedades al otro lado del mundo que nos impacientaba, en los confines de una verdad que quisiéramos haber grabado a fuego el uno en el otro.

Lo peor fue verla de nuevo, tan feliz, insultantemente bella y radiante como recordaban las pupilas de mi memoria. Lo peor fue la consciencia de no volver a morderle la boca, fue sincerarme conmigo mismo y vislumbrarme el egoísmo. Fue brindar con mi ahora amiga y ahogarme en aquella copa. Lo peor fue la urgencia por hacer de los desgarros meras fisuras, por evitar los lugares que hasta ayer eran nuestros; por huir despavoridos a ninguna parte.

ES LA FALTA DE AMOR LA QUE LLENA LOS BARES

"Para algunas personas, de forma inexplicable, el amor se apaga. Para otras, el amor sencillamente se va. Si bien es cierto, por supuesto, que el amor también puede encontrarse, aunque sea solo por una noche. Sin embargo, existe otra clase de amor, el más cruel, aquel que prácticamente mata a sus víctimas. Se llama amor no correspondido. La mayoría de historias de amor hablan de personas que se enamoran entre sí, pero, ¿qué pasa con los demás? ¿Quién cuenta nuestra historia? La de aquellos que nos enamoramos solos, somos víctimas de una aventura unilateral, somos los malditos de los seres queridos, los seres no queridos, los heridos que se valen por sí mismos, los discapacitados sin plaza de aparcamiento reservada. Sí, estáis viendo a una de estas personas."

Holidays

LA EDAD DEL PORVENIR

Llueve, llueve sobre el cristal del autobús. Me pierdo en la fascinación del alargamiento eterno de gotas, esos pequeños riachuelos vivarachos que se deslizan sobre la transparencia del vidrio buscando fundirse con sus homólogos. Una muchacha morena de abrigo blanco y boina calada sentada frente a mí tiene la mirada ausente, clavada en otra dimensión, prendida de cualquier sueño válido que la rescate en su camino a la facultad.

No parece feliz, tampoco triste, simplemente no está aquí conmigo en ese asiento. Y podría haber reparado yo en cualquier variopinto ser de los que pueblan este angosto pasillo, refugio de aguaceros invernales. Podría haber sido la imperiosa señora madura de lila que, perfumada hasta los huesos, apoya digna el veloz correr de días en su carrito de la compra para seguir meditando su autoconvencimiento diario de quereres matrimoniales. Podría haber escrutado de modo vacuo, como sólo en un matutino deambular en bus puede llegarse a hacer, al entrañable abuelo de cabalgantes achaques, con su pañuelo de tela en el bolsillo y pulcro sombrero gris, que bajará en el Infanta. Infantil me observa encorvado desde su asiento, con toda seguridad envidiando el pasado que le voló de las manos; remoto antaño en que la muerte aún no mudó de barrio.

Pero no, aquella mañana advertí una inquieta sospecha hacia la figura de la muchacha. No hacia ella en su persona, más bien albergaba un recoveco de nostalgia en mi interior ante la memoria universitaria que en su día ya aparcara con su culmen. Me veía ahí, como ella, atrapado en mi vida de folios y madrugadas heladas esperando al 3, al 8, al 9... Cuentan los filósofos de parque que no saben leer, que no valen para nada, y hasta cierto es que el nivel medio roza el bochorno. Cuentan que pronto caerán cirróticos, o neuróticos con la María, o esquizos en el envés de una pastilla. Cuentan su adicción a internet, su terapia ocupacional y su desidia colectiva.

Pero nadie, en su sano o maltrecho juicio, se ha parado por un segundo a preguntarles a los niños del botellón el por qué, ni si los críticos repararon por un segundo revivir su adolescencia en tiempos del euro. Ni si es la incompetencia familiar o del propio gobierno, la que más debiera callar. Ni, sobre todo, pensar en la causa. Resulta en exceso cómodo cargar contra niñatos sin avergonzarnos por la herencia dejada en nuestro ombligo. Quizá simplemente el modelo esté obsoleto, quizá resulte que no sólo cambiamos de siglo, ni de generación, sino de conciencia.

Decía un tal Sócrates, cuatrocientos y pico años antes de que nuestro salvador comenzara la función con su truco estrella de panes y peces, que los jóvenes eran unos tiranos porque contradecían a sus padres, devoraban su comida, y le faltaban al respeto a sus maestros. A buen entendedor.

AMORES ETERNOS

Cuando descubrí que el amor fue un pecado a evitar, comprendí que ya era demasiado tarde...

Apenas una gota de rocío en la noche era mi cuerpo deambulando por las transitadas calles parisinas en inexorable dirección hacia la concurrida plaza de Saint-Germain-des-Prés. Aquel expresso con doble de azúcar en la terraza del Les Deux Magots arrastraba un presagio de bocas por educar. Hasta cierto punto, era cómodo el proceder al saberse vencido antes del combate; impersonal como una tumba señalada de antemano. No eran más de las once pero yo permanecía enfrascado en mi duermevela habitual, la que hacía desfilar diligencias en mi organismo rumbo al hipotálamo como mecanismo de defensa ante cualquier situación de inquietud. Aquella no era para menos, quizás, la que más.

Los amores juveniles son los más puros por su naturalidad y limpieza, por la sencillez de unas pupilas que boquiabiertas dan la bienvenida a un nuevo mundo de sabores dulces y maravillosos, nuevo mundo del que por una vez en la vida, tú eres su incontestable monarca. Se te quedan impregnados en algún rincón del alma, como el ambar de la savia se abotarga al escapar del corazón del árbol, para acabar agarrado de manera inquebrantable a su corteza. Nada más verla llegar cruzando la avenida, entendí que aquellos andares continuaban abanicándome aires gentiles y dóciles, igual que en el pasado en que altivo la lucía orgulloso por parques y callejuelas ante la celosa mirada del mundo que nos sobraba. Aquellos ojos seguían conservando exactamente el mismo brillo fulgurante de antaño; antaño de primeras miradas y modestas caricias.

Aquellas manos aún guardaban impresas mi primera depresión, mis regalos de aniversario y el suicidio de las golondrinas que jamás volvieron a vernos caminar de la mano. Aquella boca seguía siendo la cicatriz de todas mis heridas, con la misma precisión milimétrica para destrozarme la vida en un mero atisbo de sonrisa. Sin embargo, a pesar de la elocuencia de mis mesuradas palabras, mimadas hasta la locura para regalarlas a su oído con la mejor entonación, a pesar de mi oneroso perfume y mi ensayada galantería; en el momento exacto y preciso... Supe por fin que existen los amores eternos, porque el suyo nunca jamás lo volvimos a compartir.

Callan las bocas porque hablan los ojos, viven los celos porque mata el corazón. Nace otra muerte cuando da paso a la vida. Sueño otro mundo, pero siempre despierto aquí.

SIN RUMBO

"Aquel día, sin niguna razón en particular, decidí salir a correr. Corrí hasta el final del camino, y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el final del pueblo. Y cuando llegué, pensé que tal vez podía correr hasta el condado de Greenbow. Noté que si había llegado tan lejos, tal vez podía correr a través del gran estado de Alabama. Y eso fue lo que hice.

Corrí atravezando Alabama. Sin niguna razón en particular seguía corriendo. Corrí derecho hasta el océano. Y cuando llegué, noté que ya había llegado lejos, y que tal vez debía dar la vuelta y continuar corriendo. Y cuando llegué al otro océano, noté que debía dar la vuelta y continuar corriendo. Cuando tenía sueño, dormía. Cuando tenia hambre, comía. Cuando debía... tú sabes, iba."

Forrest Gump

CARNE DE CAÑÓN

"¿Si estoy rehabilitado?. Pues déjeme pensar... Para serle sincero no tengo ni idea de lo que eso significa. Para mí sólo es una palabra inventada, inventada por políticos para que jóvenes como usted tengan trabajo y lleven corbata."

Cadena Perpetua



Es la cárcel el rincón más olvidado, aquel barranco al que acaban yendo a despeñarse los malos y también los buenos, lejos de nuestra impoluta y burocráticamente estructurada sociedad. Allí no hay túneles comunicantes con alcantarillas de la periferia ni muerden sus inquilinos pacientemente como antaño los barrotes con limas, allí todo pasa y queda entre los muros que la guarecen silenciosos, mudos, huraños...

Allí la esperanza se achanta y agiganta de la mano de un señor de pulcra toga y el ser humano queda rebajado a su condición de objeto con código de barras, sin edad ni condición. Sólo en la cárcel se puede oler la aflicción más honda y negra cuando es la privación de libertad el pan nuestro de cada día. Allí no hay rosas ni ventanales, allí un sólo cigarro tiene el poder de quitarte la vida y las sonrisas se tallan entre puzzles gigantescos que acabarán decorando paredes mientras las horas envejecen por minutos. En el penal se palpa la esencia de nuestro carroñero mundo de ricos y pobres, donde ambos reclusos conviven bajo un mismo techo en desigual democracia y bajo cuerda tienden sus trapos sucios.

Bajo el alambre de espino abrigan sus miserias ancianas con achaques, jóvenes asesinos múltiples confesos, duques de alta alcurnia y linaje, bibliotecarios desfasados y, sobre todo, gente triste y asustada a la que el destino barajó mal las cartas. La voz se ahoga porque a nadie le interesa tu causa, mientras la inexpresión de caras evadidas por esposas y niños en la letanía contrasta con la pureza de una lágrima en el rostro del hombre, no de uno cualquiera, sino del que desnuda su valiente gallardía desgarrado ante la abismal realidad de ser esclavo del calendario, de dejarse el alma arañando un vis-á-vis.

El presidio sólo se parece al que nos venden las películas en el estruendo del cierre de rejas, porque cuando el show acaba, la mirada aún se sostiene perdida demasiados planos seguidos.

EN LA FRAGUA DE TU BOCA


"A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo".
Jean de la Fontaine (1621-1695) Escritor y poeta francés.


En la fragua de tu boca forjé el beso que nunca nos dimos, yo que incauto vine a arder en la quema de dilemas a sabiendas de tu hechizante belleza...

En la nieve de tu nuca hoy se acurrucan mis palabras, solitarias bajo mares de distancia y noches largas; noches como aquella en que tuvimos la mitad de cada uno al alcance de la mano y señeros preferimos abandonarnos como luna del amanecer. Manos que pudieron abarcar el universo, mas optaron por el reposo de la nada; la quietud de un suelo firme y el sosiego de un presente repetido. Manos que remaron alejando de mi orilla pedacitos de nosotros en un canasto de mimbre, como alejamos ingrávidos de un zarpazo el melódico latir de un solo corazón; como hirió en el quebrantador regreso la sospecha de lo que pudo ser y no fue.

Vertido en tus ojos canela allí quedé para siempre, en el otro confín del mundo con mi vida sin mí, en las antípodas de la dicha.
Danza de lirios y rosas... Y nos mató la primavera.

SINERGIA EN EL VUELO

Escribo desde dentro, desde el hondo pasado, desde la presente llanura en que camino de la mano de nadie; del alma de todo. Se camina por vivir, por demostrarse a uno mismo lo infatigable de su ser, de la magia de ese aliento primigenio que nos hizo respirar, de esta alegría que se atraganta y escupe desconsuelos. No es el desconsuelo más que la afrenta por no sentirse parte de este mundo; mundo que ha de ser concebido en toda su salvaje acepción y discernido desde nuestra madura posición de animales a todas luces inferiores.

Escribo porque ayer tuve un sueño turbio y no hablarán de él ni prensa ni cantina. Escribo porque esta noche será maravillosamente negra y nadie se detuvo a darse cuenta, porque el cielo es demasiado bello para callarlo. Callar como lo hace el gato avizor de la luna, sigiloso transitando el aire en un descenso aplastantemente plástico a la cornisa de la vecina amada. Amados son mis celos al anónimo certero que me avinagra en dos renglones las ansias de morir poeta. Bendita la tinta que vierten las personas que se afanan en no ser leídos más que por sus propias pupilas.

Escribo para sanar esta codicia de besos, este infortunio de puertas cerradas; estas arrugas que sin aviso el destino me prendió en la cara. Cara que en dos de moneda jugó su suerte al todo o nada y meramente humana ahora malvive gesticulando conformidad. Conforme a modales impuestos saldrá de nuevo el sol por oriente para regar de luz los campos, campos de matorral y jilgueros azorados por volar presurosos de sus jaulas... No podemos ser dueños de nada.

Escribo porque sólo se envejece cuando dejas pasar la vida de largo.

PRETÉRITO DE VIDAS

"La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible."
(Arthur C. Clarke. Escritor inglés de ciencia ficción)

Cuando apenas sumaba altura para colgarme del picaporte de mi zaguán ya fui vendedor de dibujos a carboncillo y óleos a paleta de marquetería. Amaba los contornos de los paisajes y el perfil de las caras que para mí posaron; me colgaba de la amalgama de tonalidades que me regalaban las tardes en el paseo marítimo y suspiraba por arrancar del mar la plata que le posaban las nubes en aquellas tardes de invierno.

De las nubes bajé a tierra firme para dedicar mi empeño en secundar a Martínez Ares en su propósito de nuevo asalto al Falla. Fui el contraalto soñado por las mozuelas, con mi trino de jilguero inquebrantable y un tablado enmohecido a barlovento invitándome a cantar. Pero mi canto se tornó fisgón indiscreto y tuve que marchar a ejercer de intrépido arqueólogo en la riviera maya. Allí me perfumé con el halo de espiritualidad suicida concebida siglos atrás y destroné a mi indiferencia con la pista que necesitaba para retornar a Auschwitz en busca de mis orígenes. Tras lograr infiltrarme en las SS previo soborno a Heinrich Himmler, logré cruzar Cracovia oculto en los bajos de aquel sucio y desvencijado Panzer. Justo frente a la alambrada comencé a rodar la que a la postre sería mi más reconocida obra y Guido Orefice de la sabia mano de Benigni consumaron el milagro. Milagro que voló de sala en sala hasta que, rumbo a Los Ángeles, se precipitó en caída libre en pleno triángulo de las Bermudas. Milagrosamente fui el único superviviente de aquella tragedia, hecho que me otorgó el privilegio de naufragar bajo el suntuoso canto de tres sirenas que me escoltaron hasta las costas de Florida. Allí, despojado de todo atisbo de añeja fama, invertí hasta mi última gota de honra en regalarle sólo a quien supo ver más allá de mis andrajos el don más preciado del hombre, lo único que me quedaba en propiedad; mis poemas.

Cuando la vida regale altura y razón a esos locos bajitos que ensimismados con sus globos de colores se detuvieron aquella mañana frente al palacio de Orlando a escucharme sin atisbo de discernir nada en absoluto, pero con las pupilas y el corazón restallantes, sabré si al fin mi última obra valió la pena.

LOS HIJOS MALDITOS

"Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas... La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos.

No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos y eso hace que estemos, muy, muy cabreados."

El Club de la Lucha

EL PRECIO DE LA VIDA

"Este coche, Goeth lo habría comprado. ¿Por qué me lo quedé?. Habría salvado otros diez. Diez personas. Diez personas más. ¿Y ésto?. Dos personas. Es de oro, dos personas, me habría dado dos personas más por el alfiler. Por lo menos una. Una más. Una persona más. Una persona Stern. Por ésto... Podría ... Podría haber salvado una persona más, y no lo hice ... no lo hice ... no lo hice".

La lista de Schindler

LA DANZA DEL SILENCIO

"Engarza en oro las alas del pájaro y nunca mas volará al cielo."
Rabindranath Tagore (1861-1941) Filósofo y escritor indio.


Yo sólo quiero saber si me extraña, si piensa en algún otro, en cualquiera que no sea yo. Si una sola vez añoró mi presencia, si al ver un algodón de azúcar se le desboca como a mí la nostalgia en zagal estampida. Yo sólo quiero saber cuándo sueña haber llorado por mí, cuándo me olvida, si por un instante anhela de veras vestir de mis costumbres su monotonía. Necesito trocarme con su espejo, cobijarle de la lluvia el pelo... Que el desenlace sea veraz como el latido que me provoca, que nadie en el universo vuelva a perfilarle la boca.

Tan sólo quiero hacer del charco que pisó historia, que le escriba un guión aun torcido a mi memoria; que me mire y sepa ver lo que le grito. Yo sólo quiero cruzármela diluviando en la calle, correr sin temor al murmullo ajeno, reposarle la mano en las mías y recitarle a sus ojos de almendra madura una poesía que le vuelva dócil la tibieza, que le revele mi rinconcito vacío en el mundo. Yo sólo ansío su tacto de plumas, su perfume postrero y su voz de plata fina, a pesar de no haberla rozado, olido ni oído jamás; sólo al norte de un arrullo de canciones.

Tengo que saber en qué paraje la marchitará de tiempo la vida, para algún día barrer el suelo que olvide caminar.

(Para Ariel con cariño)

COSAS BONITAS

"No hay que tener vergüenza y decir las cosas bonitas, porque bastante feo está el mundo para estropearlo nosotros, porque ser amable no cuesta dinero... Yo toda mi vida he estado fregando escaleras, terrazas y de todo... Y sé que lo blando gana a lo duro, pues yo no he visto mancha por muy dura que sea que no salga con el agua. Hay tanta gente sola en el mundo como mi hijo, muriéndose por falta de cariño, tanta gente que necesita un beso nada más… Porque los besos son blanditos como el agua y quitan muy bien las manchas de la soledad por muy duras que sean. Con lo bonito que es ayudar a las personas..."

Cándida

NUBE DE ALQUILER









Ahora que mis canciones saben tan diferentes,
hogueras de emociones que destiñen a la luz
de una vela sin tarta; de un eclipse de luna
sin la soga que apriete las riendas gastadas
cuando falte el amor.

Ahora que me conformo con barrer los portales
de besos y retales salpicados de voz,
si dios le da la espalda a un corazón malherido
lo abrigaré con el peso y la sombra alargada
de un futuro mejor.

Entre campos de amapolas,
y una nube de alquiler
se disfraza la vida de escarcha
cuando vuelve a amanecer.
Pasatiempo a merced de un destino
que pensara por los dos,
ilusiones que cortan el viento
sin lograr algo mejor.

Ahora que mi consuelo es una calle mojada
sin sábanas de seda ni una mirada azul.
Qué lleno estaba el vaso que vertimos anoche,
y otra vez vi caer castillos en el aire
cuando sobra el amor.