RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

LA SONRISA EN LA MUJER


"El amor crea en la mujer una mujer nueva; la de la víspera ya no existe al día siguiente".

Honoré de Balzac (1799-1850) Escritor francés.


Una mirada de mujer pausa el aire, lo desnuda de tiempo y te vence sin más, mientras ves desfilar tu entereza camino del todo que mueve a los hombres, sin hueco a tus días, perdido en la nada, despojado de ti.

Un abanico de pestañas y el mundo no gira. Exhibe su magnetismo y te atrapa, detiene tu prisa, tus horas erradas en busca de ser y te deja ahí, clavado en un par de pupilas, ausente sin más a las puertas del cielo. Un guiño fugaz que derrama tu paz escaleras abajo, reposando tu infancia más tierna en su pecho mientras un par de manos juegan a quererse, enlazando dos almas al milagro de la vida.

Una palabra vacilante surca el espacio entre dos desconocidos que se temen. Que se ignoran y se buscan sin remedio, sin saber si han de saberlo, sin saber a que han venido. Una voz impronunciable se desliza entre sus sombras desalojando soledades de aquel par de corazones. Cautos se observan sobre el gentío, sin saber como olvidarse, sin poder ya gobernar el inminente naufragio... Y llega una sonrisa.

La sonrisa en la mujer, esa inercia hacia el amor... Cabalga una sonrisa carmesí de orilla a orilla para revolcar tu mundo, ese suelo que planeas a milenios del que fuiste hace un segundo. Unos labios de mujer, ese filo de navaja que desgarra estos adentros. Con la lengua degustando aquella luna en la ventana, con la noche desvelando los confines del deseo... La primavera en vena desatando temporales de pasión, desplegando frente al mundo la locura por besarla, por morir lento por siempre en su saliva deslenguada.

Llega una sonrisa de mujer para salvarte al fin; para descolgar tu vida del borde del precipicio.

CARNE DE OTOÑO


"Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida".

Arthur Schnitzler (1862-1931) Dramaturgo austríaco.


Aguardaré tu llegada. Pulcro limpiaré de suciedad cada rincón de mi entereza hasta que la ciudad calle. Luego, sereno caminaré solo; lento cada plazuela que nunca supo a nosotros, hasta peinar de olvido tanto tiempo dedicado.

Quedaré en mí cuando tu paso sacuda las aceras, como siempre, pertinente a tu encuentro distante en la nada, cuando cautos hablemos de fríos y nimias nubes de enero, mientras le arranco a tus manos de nuevo todo atisbo de sospecha. Por eso el latido del aire en las venas del cielo, por eso los libros que no hablan de ti...

Esperaré tu espera como si fuera acaso a alguna parte, a cualquier recodo del camino que un día juntos desandemos y allí, a veinte abriles del beso que nunca nos dimos, plantaré las astillas de mi alma desconchada hasta que broten primaveras.

Confiado permaneceré al filo de tu vida, como llevo haciéndolo desde que la luna quiebra tibia las mañanas de mi mundo; erguido ante el reloj que a zarpazos me encanece. Esperaré aunque embista esta entereza tu sonrisa de chiquilla, por más que atropelle el silencio de esta cama el eco mudo de tu ausencia aguardaré... Como aguarda tu vida saber de la mía sin sabernos todavía.

Por eso la espera hasta que vuelque el firmamento, por eso la estancia a orillas de ti. Por eso el poniente va y mece al velero, por eso el poema no llega a su fin. Porque soy carne de otoño desde que existes, desde que eres esa voz que sin quererlo... resuena en mi porvenir.

 

LO INEVITABLE DEL AMOR


"El amor platónico es como un revólver que manejamos sin darnos cuenta de que, como está cargado, en cualquier momento puede dispararse".

William Somerset Maugam (1874-1965) Escritor británico.

Ella le teme a la charla, lo tosco del mimo, la flor de la noche.

Él le recela hasta al aire que viste el vacío en que han de encontrarse. Sospecha de sí, del fruto callado en lo hondo del alma mientras arrastra sus pasos encogidos hacia la sombra alargada del tiempo pasado. Ella tenue arroja su mirada contra el ventanal de los años, con el miedo agazapado a orillas del querer más puro en busca de aquella que algún día fue, a su lado, de la mano de nadie.

En la penumbra aciertan a vislumbrarse dos cuerpos, parejos en lo confuso del paso. Él le ofrece a lo lejos lo tímido de un saludo valiente, ella sonríe. Sonríe y estalla en pedazos la entereza del universo, en un segundo eterno, en una simple sonrisa que quiebra el firme hasta arrojarlos de nuevo al amor más inevitable. Sostienen el aplomo, la serenidad obligada del mundo presente que encierra hoy sus vidas... y se abrazan. Enlazan contra sí la escarcha de tantas horas penadas. Estrechan al verdugo que los desvió de sí con el amor en vena hacia ninguna parte.

Anudan el cuerpo del otro en un instante, ciñendo las manos al terciopelo de la espalda en que vuelven a zozobrar... Los astros callan. El tiempo se detiene entre sus brazos mientras un tropel de mariposas les desarma en la batalla de abstenerse, de acallarse los latidos que devoran a dentelladas el contacto entre sus pechos en busca del corazón del otro.

Lentas las manos acomodan torpes su contorno a la cintura del otro, mientras un par de caras huyen del reposo del hombro para erguirse una frente a la otra, con el solo aliento que les separa la boca. Él la tiene, insuperablemente bella ante sí, y comenta sobre lo trivial de todo. Ella vacilante percibe vibrar sus dos manos mientras habla de nada... La noche los engulle.

Él travieso despide sus ojos y le entrega su mirada para siempre. Ella quieta lo mira alejarse, perderse entre el gentío mientras el enigma indescifrable que encierra querer no quererse los viste de gala.
 

LOS PÁRPADOS DE LA LUNA


"Una palabra es suficiente para hacer o deshacer la fortuna de un hombre".

Sófocles (495AC-406AC). Poeta trágico griego.

Sé del verso, aquel que en la noche ilumina los cielos, el que un día cualquiera me abrirá la puerta a tu vida.

Sé de ese verso y su voz callada, la voz del amor, esa que enreda mi mente sembrando vocablos en busca de ti, de la perfección que encierras cuando peinas el aire al doblar la esquina mientras soy nada, nada en lo más tierno del alma de un mundo pecado... soñado hasta ti.

Sé de un verso que un día te nacerá dentro, florido entre la prisa por marcharte de ti, y te azotará en la llama. Crecerá libre, sin que sepas de mi y te prenderá voraz hasta detonar tras su reguero todo atisbo de temor en tu mirada. Será entonces, sólo entonces cuando entiendas el porqué del corazón, de un instante desbocado en el tropel de mil latidos. Verás desnudo el sol desde los párpados de la luna cuando llegue esta esperanza a ti amor, la que he guardado en mis palabras cada vez que te he pensado, como en los mares veo yo al dios de los mortales cuando en un soplo de viento se encabrita el oleaje.

Llegaré a tu ser sin más, vestido en una frase con la piel que acicala de luz la primavera. No temas, tú sólo deja caer mi sombra en tu oído, hazme feliz mientras cuido tu vida con el mimo del aire. Porque el poder de una palabra frena el giro de los astros... Son tan pocos los que duelen el secreto de la vida.

Sé del verso que derriba las vigas del cielo y lo guardo mientras sigo contemplándote de lejos, tan bella. Porque quiero estar seguro de volcar tu vida a tiempo, justo cuando tarde sea temprano entre nosotros. Sé... Sé de ese verso amor, el que hará caer tus labios de rodillas cuando nos miremos y al fin sepas que era yo quien le detuvo el tiempo a tus horas.

LA ESPERA DEL TIEMPO

"Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece". 

Eurípides de Salamina (485 AC-406 AC) Poeta trágico griego

Nadie supo de ti. Nadie alcanzó a imaginarte como yo lo hice. Nadie en este mundo soñó despierto el sueño de soñarte aquí, a mi lado, mientras discurría el gentío en los aledaños de un abrazo tuyo.

Has de saberlo. Saber que yo sigo aquí, enredando entre tanto tiempo, aguardando un no sé qué que me abra el paso hacia tu vida pasada, aquella que de lejos compartimos, como si acaso fuera ello a ser cierto de nuevo. Y tal vez me hayas ya olvidado allá en los brazos de cualquiera, quizá no sea más que un nombre pronunciado en tu otra boca. Pero te espero. Te espero sin saber por qué lo hago, tratando de olvidar mi lugar en el mundo, porque no quiero aprender del tiempo, de esa pericia del hábito que todos practican no; yo quiero ser el loco que sigue colgado de las nubes mientras cae la tarde, el que retoza travieso en tu recuerdo alado mientras la prisa le devora la vida a la concurrida muchedumbre.

Yo sueño porque sé soñar, porque siempre supe hacerlo de la mano del aire, porque nunca me importó ser alguien así. Porque te necesito aunque tú jamás lo sepas y callarlo no me convierta sino en este pobre tonto en busca de nada que le escribe al tiempo perdido.

Nadie supo de ti. Nadie y yo le di un zarpazo al cielo para volcarte las estrellas... Sólo quería que lo supieras, que uno quiere por encima del universo, tanto a veces como para no revelarlo, para encarcelarlo en el pecho hasta el fin de los días. Se quiere amor... tanto como para no ser en ti algo más que nada.

AMOR EN EL TRAPECIO

"La magia del primer amor consiste en nuestra ignorancia de que pueda tener fin".

Benjamín Disraeli (1766-1848) Estadista ingles.

Se avistaba el otoño en el pueblo. Palidecía aquel verano que aún jugaba a seguir calentando de un modo ya tenue. Soplaba la infancia a oídos del mundo, ancho como jamás ya nunca volvería a serlo.

Él delirante observaba circular lenta la vida avistando cómo aquel descampado volvía a vestirse lentamente con la misma lona desvencijada de cada año. Corría el verano entre mariposas y libros, corría y sus ojos de niño florecían entre carromatos... Había llegado el gran día.

Desde aquel amago de asiento era imposible techar los sueños mientras se sucedía una suerte de payasos de saldo. Desfilaban las fieras frente a aquel módico domador que cada año retaba a la muerte estampando de lleno el asombro en sus pupilas de chiquillo. La pista estaba al fin desierta, se vislumbraba el momento, el reencuentro consigo mismo mientras su corazón palpitaba más y más fuerte al surcar el foco la penumbra de un circo envuelto en redobles.

Dos alas surcaron el aire. Era ella... Ella dibujando flores de papel. Era ella y el desvarío irrepetible del primer amor había vuelto a estallarle en el centro del pecho. La brisa de aquel sutil balanceo le acariciaba el cabello ahora que nada podía ya hacerla más bella a sus ojos de mocoso rapaz, embobado en aquella exquisita figura que galopaba los cielos. Era ella, perfecta y magnífica como siempre prendida del trapecio, dibujando aquella fastuosa acrobacia que lograba hacer del aire viento, del viento... amor. Era él. Él ante el amor que discurría estremecedor, que se escurría hasta otro año en el instante de un aplauso que final volvía a alejarlos hoy de nuevo, dejándolo vacío, hueco ante el intento de captar una sola mirada suya que lo hiciera eterno.

Se avistaba el otoño en el pueblo. Palidecía otro verano ya siguiente en el lugar de siempre, con la misma gente de siempre, con el mismo latido encabritado en la garganta... Pero no volvió. No acudió a la cita de siempre. No hubo paz que le vistiera el corazón de terciopelo y comprendió al fin, en su trinchera de cariño diluviado aquella noche, que no hay amor que volar pueda como el primer amor alado.

LAS SOBRAS DEL UNIVERSO


"El amor es una bellísima flor, pero hay que tener el coraje de ir a recogerla al borde de un precipicio".

Stendhal (1783-1842) Escritor francés.

Volveremos a vernos. Tropezaremos torpes en mitad de cualquier parte y nos miraremos sin más. 

No habrá ya príncipes ni reinos, apareceremos en la vida del otro sin delicadeza alguna, como si nada hubiera pasado nunca entre nosotros. Sonreiremos sin reparar en la piel del otro durante el fugaz abrazo y obviaremos las sobras de aquel universo que un día fuera tan nuestro. 

En el momento más insospechado acertará el destino a amontonar nuestros mundos en plena calle y tú... Tú estarás tan bella como siempre. Volveremos a encontrarnos después de tanta huida, de tanto arañazo baldío y en el segundo en que nos reconozcamos en las pupilas del otro nos caerá en tromba el peso de la duda más salvaje, implacable y despiadada sobre ese vacío reencuentro. Y gritarán las flores reclamando aquel color de nuestras tardes, pero estaremos tan lejos del vuelco... tan lejos de amarnos por siempre como quieras tú.

Sé que llegará ese día, porque aún no hemos llorado bastante que vinimos al mundo sólo a ser el uno del otro, porque sólo el tiempo supo advertir aquel entonces el desperdicio de vida, el hueco en el mundo que dejamos tú y yo en una esquina cualquiera. Y no habrá entonces ya otro reencuentro, otro instante en que besarnos sin mediar palabra, sin reparar en nada ni en nadie, solos los dos mientras alrededor estalla el presente... Pero nos dejaremos marchar, sé que escaparás para siempre a su lado sabiendo en el fondo que aquel par de corazones debió suicidarse aquella tarde en la boca del otro. Llegará ese instante y callaré a gritos lo escaso de un día sin ti, lo parcial de pasear con dos manos desoladas mientras derramo mis noches al acecho de nada, soñando por siempre que no te olvidaste de mi. Y tú... Tú estarás tan bella como siempre. 

Lo terrible de vivir una sola vez es sentirte incompleto, feliz pero inacabado mientras la rutina te ayuda a apartar la mirada de tu verdadero destino. Lo atroz es dudar... que tú también lo sepas.

EL SILENCIO DE LA LUNA


"No hay secreto mejor guardado que aquel que todos conocen".
George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.

¿Y si te dijera ahora que te quiero? Que te anhelo desde el primer día en que te vi, como devoran desquiciadas las fieras sin gobierno el verbo amar. A dentelladas, desgarrándolo sin más hasta acabar con él.


¿Imaginas que estallase la palabra? ¿Que se abriese paso ante esta lengua la osadía de gritarlo? Como se encabrita un mar en calma al peinarse de poniente, en el soplo de un segundo darle luz al fin a esta sombra de mentiras. Porque quiero robarte entera, sin dejarle un solo fleco de tu vida al aire. Que lo llore, que maldiga tu ausencia como lo hago yo en la noche. Callada, palpando este suicidio de mi piel en flor, a millones de leguas de tu interés más seco... Desdeñado sin saberlo.


¿Y si te dijera ahora, en este preciso instante en que nada ha de pasar, que renuncié hace tiempo a todo por vivir a tu deriva? ¿Que sueño agazapada en mí, en la trinchera en que desvisto de hojas muertas un marchito calendario a la espera de todo mientras nada? Porque aguardo ese milagro en la defensa, oculta entre la zanja que tu amistad me otorga mientras rimo soledades a esa voz tuya que me astilla el arrojo, que quebranta este valor por la mitad, cada vez que caminamos y te siento cerca, mía sin serlo, pero mía en el momento. Me acuerdo de ti y estoy perdida, sola en pleno charco de estrellas con este querer que no quiere apenas nada sin ti.

¿Y si te dijera ahora, mientras me hablas sonriendo de sus manos lentas, que te doy la vida? ¿Que la entrego entera por llorar tu risa? Que olvidé pretender ya nada prendida de tus ojos, que repica atronador este latido por tanto amor incomprendido... Maldito a espaldas del universo.


Si te dijera ahora la falta que me haces moriría el silencio de la luna, con él la esperanza de esperarte y algo... Algo es siempre algo más que nada. Porque el ser en su entereza se derrumba en tu belleza. Porque el idioma... El idioma del amante, habla amor otro lenguaje.


CONMIGO


 
"El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo". Gustavo Adolfo Becquer

 (1836-1870) Poeta español.

No quiero volver a verte, prefiero tenerte ahí, tan joven y tremendamente bella en la memoria, con el tacto delicado del marfil más depurado en cada palma de las manos.

Con tu pecho siquiera aún sugerente, tibio como la noche en que nos conocimos, así quiero guardarte en mi cabeza. Ahora que ya nada es nada entre nosotros, como apenas nunca fue, como quizá ya nunca sea quiero deshacerte, desvanecerte del presente para enjaularte en mi recuerdo. Y lo hago sin rencor, a sabiendas de lo injusto, porque no puedo más que olvidarme de mi si te pienso un solo instante... Porque fuiste todo, un todo de cristal tan fino que temo quebrarlo en una sóla mirada tuya.

Y sabes que me fui, que marché y no vuelvo, pero te llevo conmigo. Llevo la primavera en que nos quisimos, la lluvia de Marzo arrasando las calles mientras nos extrañábamos, ese perfume alado que encajaba mi amor más allá de la luna... Por eso, por eso no puedo mirarte. Porque prefiero enhebrarlo a los años que poco a poco voy gastando en el camino en que te pierdo, en que te gano más adentro ya si cabe de este ser.

Yo no quiero divisarte en el silencio, revisar aquellos besos mientras cae la tarde en los bancos del parque, prefiero cuidar aquella sonrisa leve con la que un día alcé el vuelo. Yo no quiero distinguirte entre todas de nuevo, atender esta vida que llevo conmigo en tu abrazo sincero no... No, yo te tengo en lo sabio del tiempo, con pedacitos de ayer poblando este nido en que crezco, en que sigo remando hacia mi para encontrarme contigo.

A veces al mundo le da por girar y uno se queda desalojado de sí, con la crueldad más descarnada mordiéndole la entrega. Por eso la vida es vida, por eso no quiero volver a considerar tu cariño, porque el amor... El verdadero amor sólo puede ser descubierto una sola vez.

LO FRÁGIL DEL MUNDO


"La casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiera ocurrido pedir". 

Alphonse de Lamartine (1790-1869) Historiador, político y poeta francés


Si quieres me entrego, te obsequio los mares, lo frágil del mundo en sus olas.

Si quieres la tarde la engancho a tu espalda y tiramos del cielo mientras rodamos por este suelo que aún nos sostiene al mundo. Me ofrezco sin más, para que adjudiques tuyo lo mío hasta el fin de los tiempos.

Si quieres me doy, me voy de mí, sin peros para mostrarte la cuneta de mi barrio donde me hice mayor. Porque tengo el color de las mañanas que nadie mira para enseñarte la vida, no esa que vives como cualquiera cree vivir, sino esta en que sólo me arropa mi guitarra cuando el planeta quiebra ahí afuera. Porque el mundo amor es atroz, insoportablemente implacable, por eso no quiero ser como ellos.

Nadie está satisfecho consigo ¿Sabes? Ya nadie se complace con el simple hecho de ser... ser. Yo soy un truhán, el golfo desvivido que te arrasa la mirada, sí. Soy el pícaro que roba flores bellas en los parques para arañarte el corazón, para besarte la voz y trenzarte una sonrisa. Soy así, no más que una canción tallada en musas que me calmen, porque necesito domar esta sed profunda de hacer, de crear y restaurarme por dentro mientras todos me hablan de ese mundo insoportablemente leve en el que plantan sus semillas hasta la muerte, como si el milagro de la vida tuviera por horizonte un simple puñado de arrugas que poco a poco van olvidándose de soñar.

No. Yo sólo soy si quieres. Pero no me pidas que cambie, nadie puede ya reformarme. Tengo un rincón en mi soledad atestado de barquitos de papel que no sirven para nada, pero es lo más grande que tengo. Allí guardo un poema, dos fotos tristes y la noche aquella en que te conocí, así, de casualidad, con tus ojos limpios y ese amor tuyo de terciopelo.

Si quieres me entrego, te obsequio los mares, lo frágil del mundo en sus olas. Si quieres marcho, lejos... Pero si realmente amas algo, déjalo libre. Si regresa a ti, es tuyo. Si no regresa... nunca lo fue.

LA PIEL DEL MUNDO


"El niño reconoce a la madre por la sonrisa". 

Leon Tolstoi (1828-1910) Escritor ruso.


El amor sujeta las calles a la piel del mundo. Lo hace de un modo imperceptible, minúsculo a los ojos de la prisa que nos azota. Pero yo sé que eres tú, lo supe ayer mientras domaba el oleaje un látigo de poniente fresco y travieso. 

Sostiene ese amor el vals de una nube turquesa nacida en la tarde para que una sola mirada desarme mis miedos, en el momento más insospechado, justo cuando nada conlleva ya un porqué. La vida sucede entre las sobras del tiempo mientras estalla en cualquier parte el milagro de quererse entre dos bocas que derrapan hacia un beso que las salve.

El amor agarra mi nostalgia entre columpios, la balancea de nuevo mientras cambio ante el espejo, bajo la panza de un cielo surcado de gaviotas que acunan mi niñez entre tus brazos. Y te miro a carboncillo entre los párpados de mis versos, como si apenas éste chiquillo pudiera al fin un día ser hombre... El cariño anuda las golondrinas al vuelo del alma, nos hace titanes mientras siguen los años rimándonos renglones al paso de todo.

La felicidad no es más que un horizonte en que buscamos ser felices. Es el caminar lento hacia ella por la senda de tus pasos el verdadero fin, el destino ansiado que agazapado aguarda a un par de leguas de la dicha, como esta herencia nuestra de vivir con elegancia cada instante en que nos vamos algo más de nosotros... Soy estos treinta en el tejado, el perfume de una lágrima tuya descosiéndome los sueños. Soy esta voz, esta carambola saltando de la cuna al poema en que hoy te abrazo, con el milagro que encharca de color las flores cada nueva primavera, cada nueva canción que le escupo al mundo con la pureza de tu nana acariciándome el oído.

Como se instala en ti la vida, poblándote de existencia la muerte, así revistes tú de terciopelo el corazón de mi universo. Sin poder siquiera desearlo, con la misma inercia que refleja un cristal roto el arco iris en el suelo, así bebo mis días a tu lado, sin corresponderte por salvarme de la nada.

A ti mamá

DESAMOR PLATÓNICO




"El amor platónico es como un revólver que manejamos sin darnos cuenta de que, como está cargado, en cualquier momento puede dispararse".

William Somerset Maughan (1874-1965) Escritor británico.




Vete, huye de mi vida. No puedo volver a contar pétalos en tus pestañas, porque es demasiado fácil colgarse de ti, es tan sencillo engancharse a tus redes como dejarse llevar mar adentro.

Por eso vete, hoy ya no quiero desatarme de mi. Mi horizonte es al fin un barrio de paredes blancas, encaladas de asombro ante las cosas sencillas que me regala la vida; ya no es tan fácil robarme el corazón, apenas sí quebrarlo en algún atardecer con perfume a ti. Mirarte a los ojos es arriesgarse a sentir, a quererte de nuevo en mis días... Porque en tu espalda presagio el porvenir pasado, engarzada mi cordura a tu sonrisa, con mi beso refugiado tras tu boca mientras se cimbrean los siglos que no acuden a tu olvido.

Vuela de mi, aparta de planeta o estaré perdido al fin, por más que ame otras verdades en los labios de cualquiera. Desaparece pronto o moriré aquí mismo, no vaya a confiarme a tus manos y caiga la luna de boca en los mares. Porque aguardarte es aventurarse a la codicia de tenerte bella, entera entre mis brazos, a la espera de tu próxima partida. La imprudencia de anhelarte es el veneno que atenua el amor, gradual como asesina en silencio la noche un primer rayo de amanecer. Pretenderte es caminar un campo yermo, como tratar de deshabitarse poco a poco uno mismo en busca de la perdición.

Porque ciegas con tu piel mi sed de vida y no puedo quererte hasta morir ya vete; vete y guárdate el pecado de saberte el desamor platónico que incendia cada sábana, cada madrugada en que te espero mientras silencio la certeza, como las lágrimas que se lloran por dentro y sólo enjuagan tu feroz belleza, devoradora de dioses que a tus pies rindieron su batalla.

Marcha lejos, más lejos, pero no tanto... Justo allá donde alcance el recuerdo a rozarte de puntillas, a dos pasos de lo que pudo ser y no fue para echarte de menos a veces, para hacerte poema en canciones de nadie.

Quisiera no quererte todavía, pero todavía se hace corto cuando el viento habla de ti.

EL MIRADOR DE LOS AÑOS



"El más difícil no es el primer beso sino el último".

Paul Géraldy (1885-1983) Poeta y dramaturgo francés.


- "... Fueron algo más que eso, porque yo miraba el horizonte y parecía estar tan cerca... Apenas a un par de brazadas de ti, de esa arena relamida que pisábamos, en cambio ahora apenas lo adivino desde el mirador de los años que nos cayeron encima sin pedirlo, sin delicadeza alguna".

- "Fueron días de grandeza, de un mundo distinto, recién pintado a nuestra imagen y semejanza".

- "Había danza de gaviotas... tantas... ¿Recuerdas? Gaviotas extrañas, perezosas a tu paso despeinando el oleaje. Septiembre prendía fuego al verano y había aún voz en la raíz de aquel querer nuestro. Languidecía el calor aquella tarde de poniente a orillas de un mar eterno, lozanos tú y yo ante el universo, de par en par frente a una vida que juraba no separarme de ti. Nunca. Y tú... Tú curvándome el rostro al cobijo de tu pecho mientras deducías en la luna la diadema de aquel cielo nuestro pecado de estrellas".

- "Eran tiempos aquellos de ternura y estío, cómo poder olvidarlos... Pero el destino nos sacudió, crecimos sin parar hasta estamparnos contra el par de adultos que ahora somos. Es bonito al menos perfumarse de recuerdo cuando me hablas de ese modo".

- "Tengo miedo".

- "¿Miedo? ¿De qué? o mejor dicho... ¿A qué?"

- "Tengo miedo de perderte. De volverte a perder ahora que ya no queda nada".

- "Pero... No sé... Me dejas sin palabras. No esperaba que...".

- "Tengo miedo de encontrarte. De perderte y encontrarte ahora, en esa voz algo más férrea que nos sostiene la conversación al otro lado del teléfono. Porque llevo siglos aguardando este instante en que me desvisto de mí para decir que temo hallarte en cualquier plaza, tropezarme con tus ojos una tarde cualquiera y morir de golpe en ellos".

- "Sabes de sobra que ya nada es lo que fue. No puedes pedirme... Decirme esto ahora así, como si...".

- "No, por favor... No temas. No volveré a ocuparte el desencanto, lo juro. Sólo quería escucharte una última vez, bucearte la boca en busca de un rastro de ti, de la niña que me enamoró entonces. Ahora ya sé que sigue ahí, refugiada en una esquina de tu alma. No te quiero a ti, la buscaba a ella".

- "No puedo creer...".

- "Dos manos se miraban distraidas buscando semejanza en los dedos del otro mientras barría la brisa todo atisbo de duda entre nosotros. Eso el tiempo no lo mata, nada ni nadie puede arrancarlo de mi. Fue un placer volver a oírte amor. Gracias por el regreso".

A MEDIA ESTRELLA DE TI


"Cada uno de nosotros tiene un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre". 
Jean Anouhil (1910-1987) Escritor y dramaturgo francés.


Yo sólo quiero que me des igual, que no me importe perderte en la mañana.

Llevo una guitarra para cantarte y no consigo desviar su melodía hacia mi, porque escribo y te haces letra seduciéndome el empeño, porque aguardas tras mi sombra a que me prenda de tu encanto. Ni lo sabes ni has de verlo, no te culpo... Naciste luz, no hay remedio.

Yo sólo quiero que supongas para mi el amor, ese que me guarece del llanto y me hace un ser dentro del mundo. Un amor inmenso, embriagador de esos que incluso pueda doler de puro amor soñarlo... Pero no la vida. No este aliento que le falta a mi existencia sin el filo de tu boca, no el delirio de añorarte como un niño a todas horas.

Porque no puedes llegar así, como si nada, y soltarte el pelo en mi corazón. No quiero sentirme vagabunda la voz si no pronuncia tu nombre, como este ahora en que me estampas la cordura de bruces contra la primavera, con los colmillos de tu ausencia devorando a dentelladas el salón. Tú no puedes serlo todo así, sin más, sin revelarle a la luna que ya nunca será la más bella. No puedes amor, porque eres perfecta y eso a los mortales se nos escurre entre los dedos... Por eso necesito que signifiques algo menos para mi, porque desatas el oleaje en este corazón que un día fue el mío, porque me encajas el cielo bajo las costillas cada vez que me besas y yo sigo en ti, desalojado de mi, buscándome en cualquier esquina del universo.

A media estrella de ti quisiera descuidarte, desatenderte el paso un solo instante en cualquier parque, como si tu lindeza fuera a pasar de puntillas por mi vida o desconocernos algo más le sirviera de rendija a este tapiado latido... Pero el olvido tiene tus ojos, como el mar tu deriva en su marea. Por eso necesito que no entrañes todo, que signifiques sólo amor para seguir vivo en la promesa de adorarte. Justo en la medida en que yo amo este poema, porque él es a ti lo que el vuelo a una paloma, ceñido a tu grandeza para que siempre seas feliz.

LOS LABIOS DEL VERSO



"La mayor parte de los fracasos nos viene por querer adelantar la hora de los éxitos".

Amado Nervo (1870-1919) Poeta, novelista y ensayista mexicano.


Ojalá y no te duela encontrate en mis canciones, porque llegará un día en que descubras con el mundo abierto de par en par que eras tú.

Y no te quiero tanto, apenas cuanto precisan los brazos de la nostalgia. Te quiero lo justo para clavarme en las flores cuando las huelo y miro atrás, con el alma vencida en una cuna de recuerdos que recuerdan tu pasaje de puntillas por mi vida. Porque pudiste ser tú; tú o cualquiera el caminar de este camino. Pero marché a la luna... marché y besé sin más su cara oculta.

Yo pude dártelo todo, menos darte por perdida. Pude danzarte el bolero más querido, guarecerte de los brazos de un destino marchito, deshojarle margaritas al amor que nos mantuvo vivos... Pero te hice canción. Yo te hice canción de esquina para tocarte cuando más lo necesite, en ese instante en que me azote la belleza de la tarde en que te tuve, como este hoy en que me encuentro recordando tu recuerdo, como dos bocas que se mueren por morirse de deseo.

Yo vestí tus labios de versos para anclarte por siempre a mi vida, de una forma inquebrantable, como lo hace el corazón en su embestida de pasiones que desborda las alcobas. Engalanada en melodías, así preservo tu silueta al fondo de mis pupilas, bajo las curvas de esta guitarra que me cobija los adentros. Inalterable en el bolsillo de la memoria crece tu sonrisa lenta sobre la piel de un acorde, para tenernos cuando menos nos tengamos, en el milagro de cantar contra el olvido.

Ojalá y no te duela encontrarte en mis canciones, hallarte allá en mí una madrugada cualquiera de desamor en la saliva. Ojalá y nunca sepamos cuanto pude quererte, lo irrompible que escondía bajo el traje de cantor... Porque a veces, aún, no alcanzo a escucharme entre tanto latido. Porque nunca olvido tu recuerdo, recuerdo que nunca te olvido.

AMORES DEL SUR


 "Me enamora la mujer que se ama así misma, sólo así puedo estar seguro de que me puede amar"

Anónimo



Existe el amor, ese que no espera a que seas nadie, sólo tú en tu perfecta imperfección.

Existe y supe de él ayer, una mañana cualquiera mientras aguardaba tomar un bus que acumulaba retardo. Desde mi posición de oteador infalible al abrigo del tumulto lo cacé; lo prendí en aquella mirada que surcaba el aire como quien descubre un mundo al fin más allá de su propio universo.

Eran dos. Tenían la herida del amor tras las pupilas, allá donde nada ni nadie alcanza a curarla, justo donde poco puede hacerse ya por ellos. Ellos... eran ellos. Ellos ese amor puro, recien nacido del querer. Se adoraban tras el cristal mientras él, tierno le imploraba por señas cuánto la echaría de menos, ausentes del mundanal ruido que los rodeaba, como si realmente fueran el uno parte del otro desde el principio de los tiempos.

Era ella. Ella en su simplicidad, sencilla como una sonrisa, bailando en aquel aire suspendido entre sus cuerpos. Ella y la franqueza doliente en que lo extrañaría en breve, confinada en la obligación de seguir viviendo por vivir hasta volver a verlo. Ella el amor extremo, ese remate con que la vida había tejido las nubes. Era él. Él el amor sumiso y dócil revoloteándole tras el pecho, encerrado en un físico envidiable digno del galán que nunca quiso ser. Él en su belleza y gallardía cortejando a cenicienta mientras todos miraban, como el apuesto valeroso que en sí guardaba en desuso desde siglos atrás.

Existe el amor, él lo acariciaba restallante de felicidad desde la barandilla de sus dientes, al tropiezo de aquellos labios que acantilados lo despeñaban hacia la gloria de saberse eterno en aquella boca tan habitual, tan corriente como la de cualquiera. Pero era ella, absolutamente imperfecta en aquel abultado peso que le lindaba la belleza. Ella embarcada en su débil sonrisa tras los cristales de las gafas; miope como esa belleza irrefutable que brota sólo en los ojos del que sabe mirar con el corazón.

Lo elemental del amor es amarse, por eso no podían huirse el uno del otro, porque se escabullían por dentro. Con la precisiòn de un cirujano, afilaban su apego hasta limarse el cariño. Por eso se amaban, porque apenas se incumbían, pero se necesitaban para seguir vivos mientras ensimismado yo les observaba desde aquel inhóspito andén que ahora, sin explicación aparente, olía a flores frescas. Fui testigo del milagro y ellos nunca lo sabrán, apenas sí les importara saberlo...

Existe el amor, ese que no espera a que seas nadie, el que da sentido a todo lo que arrebata tu lògica, como la tristeza más colosal derramada en aquella despedida en la estación... Existe el amor puro y colecciona mariposas tristes, como si no hubiera ya miedos que temerle al destino, como si fuera a estar viva la vida si un día ya sólo quedase uno... Porque eran únicos se amaban.

POMPA DE JABÓN


"Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidarse es difícil para quien tiene corazón".

Gabriel García Márquez


A veces se detona el olvido en lo más recóndito del pensamiento y la mente se nos llena de recuerdo.

Explota cuando menos lo esperas, con violencia en tus adentros deflagrando en mil esquirlas los pilares que te fijan al presente, que te amarran a este hoy. Dulce como la margarita que hilaste a la trenza de aquella niña, triste como sólo el triste su tristeza advierte... El olvido estalla en lo profundo del ánimo ensordeciendo el ahora y lo inunda, lo anega hasta rebosar el horizonte de tu juicio.

Entonces tú, que vuelves a verte frente a ese parque que cada año te encuentra un poco más viejo, reposas la mirada en una nube vagabunda y palpas el abandono del niño que fuiste, su huida sin delicadeza hacia ninguna parte mientras notas que se rompe otro trocito de ti, como si lo hubieras desatendido todos estos años y ahora tarde corrieses ya a atraparlo.

El ascenso infatigable de la vida te obliga a desamparar pedacitos de ti a orillas del futuro, astillas desatendidas de una edad remota que te quiebra los adentros, como si fuese aquella la única vida, la sola cierta y verdadera en nuestra inagotable sed de felicidad. Porque en el fondo todos soñamos con lo mismo... Porque a menudo ya no somos tan distintos, va un recuerdo de gaviotas y te empantana en pleno día mientras contemplas cómo todo ha cambiado para siempre jamás, como si de un frenazo seco volcara el mundo y sus mañanas en un solo amanecer.

Toda la perfección de la vida, su magia encadenada está encerrada en una pompa de jabón, un delicado rebesar de bocas que se amaron... El despertar sin fin que dejó triste al rompeolas. A veces va y revienta el olvido en lo insondable del alma para esparcir de nostalgia su vacío; atrona en lo vasto del ser y nadie escapa a su rugido.

A veces, sólo a veces, un latido en desuso resuena más que un corazón podrido de latir.

CUATRO VIENTOS

"Nadie es más solitario que aquél que nunca ha recibido una carta".

Elías Canetti (1905-1994) Autor búlgaro en lengua alemana.

Las palabras no son sólo meros vocablos, son la voz de lo que somos, de cuanto seremos y, sobre todo, de aquello que nunca fuimos.

Yo nunca fui mayor, siempre me guardé niño a pesar de mi notable estatura. Fui siempre un diminuto cantarín abrazado a su guitarra. Ella, sólo ella fue mi verbo y mi lenguaje, más allá de todo principio, como sólo soñamos los soñadores de imposibles, como si apenas hubiera vida más allá de las canciones que otros oyen por oír. Pero también por ella dista el sur cada vez más del norte... y eso sólo va conmigo, sólo a mi me araña el viento que ya no entiende de horizontes.

Esta si es la carta que nunca tuvo destino, la que nunca rozó tus manos por vestir de melodía. La que grita lo que calla mientras calla cuanto grita. Porque sigues ahí mientras yo ando siempre lejos, porque el mundo nos debe tantas revanchas perdidas... Un clamor contra el olvido del besar de tiempos lentos en mis calles de Conil, siempre mis eternas calles; allá donde aún te me cobijas mientras sigo pregonando este cantar que me envenena. Uno nunca iba a hacerse mayor y ya ves... Las vueltas que nos dio la vida.

Por el presente que olvidó dedicarte sus honores, tu canción por siempre.


"Donde las palabras hacen su madriguera
escribo lo que canto y sobrevivo a mi manera.
Dejé el nido vacío, amor de callejuelas,
lunas a la deriva; mi rumbita ratonera...
Memoria de una duda bordada en el dobladillo
y el tiempo peina canas a los viejos amigos.

Piedras, me fui pisando piedras
en busca de esa frase que nunca llamó a mi puerta
La musa que se oculta detrás del lapicero
solo regala besos cuando tú me echas de menos...
Suenan los cascabeles que anuncian la mañana
y el aire bandolero me despeina la cara.

Náufrago, por vela una canción
Siempre al Sur el horizonte;
Seda, la de tu pañuelo
Por fortuna o desventura eché a volar
y una noche en altamar perdí los zapatitos nuevos.
Niña tú que enciendes mi cantar
de ropita en el balcón,
de zaguán y caramelos...
Tú barquilla entre olas que vienen y van,
yo cometa en altamar luchando con los cuatro vientos.

Qué lejos resuenan guitarras por Sabina,
El Aire de la Calle y su pellizco a mi pasado,
la noche duermevela de mi primer tabláo,
el alma en carne viva cuando me iba de tu lado...
El sueño parte a lomos de un potro desbocado
ahora que por fin siento que no me he equivocado".

A ti mamá

EL RENGLÓN DE LA PRIMAVERA

"El azar es el seudónimo de Dios cuando no quiere firmar".

Anatole France (1844-1924) Escritor francés.

En algún lugar del mundo, descolgándose anda del firmamento tu momento.

Algo que te atañe hasta el punto de canjear tu vida por otra está sucediendo en este preciso precioso instante en que vacilas entre chascar la lengua o apretar los colmillos una vez más.

Existe ya, justo frente a tu boca, detenida bajo una farola al amparo del aire o en la tibia mirada que, más allá del horizonte, en el momento más insospechado, te descoserá el alma para volver a hilártela de amor. Es la intriga de acertarlo, de adivinárselo al desdén del porvenir lo que nos ata a los días; la inmediatez de apresurarle su demora lo que te anega el corazón de promesas e ilusiones vanas... Porque hay algo en movimiento en plena madeja del universo deseando abordarte la vida.

Algo y lo predica el poniente por las callejuelas, sólo has de oír con los ojos del viento. Algo que nos pertenece sin saberlo, que nos refiere sin habernos conocido ya ha estallado en un renglón de la primavera. Coexiste en tu presente, sólo has de aguardarlo obviando su acecho. Es la vida misma y su proyecto, ese plan maestro que se nos escapa de las manos hasta que nos desdibuja el lienzo. Sólo es cuestión de espacio, de circunstancia en ciclo, porque nada ni nadie puede ya detenerlo.

En algún lugar del cosmos, o quizá paseando en este momento su indiferencia sobre un par de tacones bajo tu balcón; descolgándose anda tu destino sobre el batir de alas de aquella mariposa. No trates de alcanzarlo, nadie sabe de los días que nunca lo fueron. Sólo espera, los labios del futuro ya se han confabulado... disponles la boca.

LA PIEL DEL HURACÁN


"El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados".

Jean Paul (1763-1825) Escritor alemán.

A veces me sonríe la memoria, se me estampa de bruces en plena boca y no puedo más que amarla, gozar de su dulce confitura de inocencia para despeñarme luego barranco abajo cuando abro los ojos.

El universo a veces cabe en el vacío de una blusa reencontrada, de un ciprés herido antaño por un filo de navaja... Cabe la palabra vida en dos pupilas de niño. Pero también cabe la tristeza del mundo en el callejón donde te perdí, a pesar de haberlo relamido la lluvia hasta limarme tu recuerdo, a pesar de habernos olvidado de todo como si el cosmos aún siguiera en pie, como si nada hubiera estallado en mil pedazos aquel día... Caben la noche y sus estrellas en esa esquina del pueblo.

A veces me desvisto de nostalgia para removerme los adentros sin jugarme la vida, para intentar frenar los días hasta volverlos del revés; avanzar hacia el pasado para verte de nuevo como si nada, en plena estúpida cotidianeidad, como antes convivimos, sin halagos ni razones. Y me levanto y sonrío sin sentirme culpable por sonreir sin ti, y trato de avanzar sin girar demasiado la cabeza, como siempre habías querido, por si regresara hoy la nube negra que me curva; que me comba hasta arquearme, hasta dar con los pies en el techo mientras siento el hueco dentro... Justo frente al horizonte inerte de aquella mañana.

A veces me sonríe la memoria... Otras busco anclar los pies al suelo. Es cuestión de raíz, del principio vital de un dolor más allá del dolor; cuando por insoportable se acaba tornando recuerdo en un último esfuerzo por seguir agarrándome a la vida, al sentido de querer; al presente que aún nos cuadra a pesar de las ausencias.

Te echo de menos como se echan de menos las cosas a las que sigues atado a pesar de haberte abandonado, de por vida. Como cuando por más que el mundo te remienda con victorias y laureles, sabes que ya no, que te ha arañado dentro la piel del huracán. Te echo de menos y lo hago sin palabras, en lo injusto de lo ilícito, en lo inaceptable de aceptarlo por el resto de mis días... Como sólo algunos pueden... Como sólo duele el dolor de no evocarte porque todo, absolutamente todo en esta vida, ya te alude.

EL FILO DE LA AURORA

"No hay amor sin temor de ofender o perder lo que se ama".

Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español.


La amaba prendido de su fragua mientras se deslizaba frase abajo. Era cuestión de tiempo descarnarse ante su sombra, estamparse de boca contra su recuerdo... Sólo cuestión de tiempo.

Lo sabía desde antaño, tan callado hacia uno mismo... La amaba. Él la amaba a pesar de lo perdido, de lo sufrido y gastado en aquellos ojos de linda zagala. La quería sin más, con la inmensidad que supone doblegarse ante un latido y no había ya dique que lo refrenara. Porque al cruzar de acera no obviaba perseguir su huella; aquel rastro transitado de su mano tiempo atrás. Se miraba adentro y era incapaz de avistar la tormenta, de divisar apenas sí la tarde en que rasgaron sus caricias con el filo de la aurora... Porque era lenta, tan pausada su indiferencia ante la pérdida, que se había envenenado de anhelo, de codicia infinita ante su boca.

Porque sólo cuando acaba puede añorarse lo vivido, él la amaba. La amaba y necesitaba ceñirse a su cintura; vociferarle su descuido de rodillas ante el mundo para seguir vivo al menos, como gritan los poemas que se escriben con los ojos. La amaba en el dolor de su equipaje, en el idiota que fue al contemplarla marchar sin detener el giro del cosmos... Como un tango hecho astillas entre amantes desolados.

Acababa de verlo en la cuneta, claro y firme al borde del precipicio en que se amaron... era ella. Ella siempre, maldita bendita ella al fin y no lo había advertido hasta éste ahora en que un confín de alusiones los había despoblado para siempre. Y sintió el vértigo rozarle las costillas, ese segundo eterno en que zozobra y vanidad se entrelazan para desertificar el presente. Porque la había perdido como se pierde la luna al descolgarse del techo del cielo, cuando al devenir de la noche próxima... vuelve para no regresar.




A LOS PIES DE LA LUNA


"En el majestuoso conjunto de la creacion, nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espiritu y dé vuelo desusado a mi fantasia como la luz apacible y desmayada de la luna".

Gustavo Adolfo Becquer (1836-1870) Poeta español.

Siempre quiso uno parir la letra exacta, la melodía perfecta... Ese modo de mirarse lo adentros. Siempre trata uno de alcanzarse en la carrera hacia lo preciso, lo concienzudamente cierto siendo fiel a uno mismo... Yo alumbré una canción.


Una canción para el amor sufrido, para el sentir más desgarrado... Una canción que me arde dentro, sólo para los soñadores terrenales que, como yo, curten su corazoncito a base de arañazos. Espero que la disfrutéis tanto al menos como yo lo hago al desplomarme en su caricia (La señorita con la que tengo el gusto de compartir melodía es Lupe "La Perla", compañera y amiga de andanzas musicales en El Desván del Duende. No os perdais nuestro tercer disco "Besos de Cabra", dentro del cual reposa este tema):


"Una madrugada naufragamos en el patio del olivo que daba sombra sobre la pared
Me dio al amanecer vértigo de sus manos y un revuelo de palomas en el corazón.
El brillo de los amores nuevos no le duraba llegó como si todo supiera a casi nada
Y apenas la vida me dejó colgando de su boca, apenas mi universo en sus andares se llevó.

Te llevaré enterrada entre mis ropas donde lloran las gaviotas siete mares
Que se me olvida caminar sin tus andares, feliz tan solo por cantarte a los pies de la luna,
Y al lamer de las orillas bajo un sol que nos mordiera las miradas...
¿Y cómo me iba yo a morir un día tan bello? Vendavales de besos nos azotan las miradas.

Llevo tras de ti cien vidas, cien vidas y una tarde de invierno... No sabes niña cuanto te he echado de menos dentro de este corazón que no se cansa de esperarte. Yo por querer quisiera darte...

Donde nos quedó la voz, donde apenas un suspiro sólo canta la primavera que me estalla en la garganta
Dormido cuando el universo marchó en tu caminar.
Y el espejo de tu sombra del cristal con que la mires soy si quieres
y late dentro un campo entero de amapolas.

Caminas y se ensancha el parque... Se ensancha el parque".

BESOS DE CABRA

"La música empieza donde se acaba el lenguaje".

Hoffmann (1776-1822) Escritor, pintor y músico alemán.


En estos vertiginosos tiempos que nos tambalean, apenas saco hueco para detenerme a escribir... Aparco la pluma y resumo un poco las últimas semanas para que os hagais a la idea de qué idioma hablamos:

Despúes de aguardar con impaciencia la inagotable espera, desde el pasado 17 de Enero nuestro mundo suena diferente porque por fin salió a la venta nuestro nuevo disco.


Tercer trabajo ya éste nuestro, en el que mantenemos la línea seguida en los anteriores, con un batiburrillo de compases y acordes rebujados en la cocktekera desvanera para dar por fruto una mezcolanza sin igual.
13 nuevos temas (con alguna sorpresita agazapada en sus recovecos...) donde volvemos a plasmar el alma y sentir de esta familia de amigos. Reggae, Funky, Rock, Balada y Rumba... Mucha rumba para encarar con alegría este nuevo 2012 en el que prometemos batirnos en duelo con las tablas de todos los escenarios nacionales.


Para quien guste de paladearlo podrá encontrarlo en Carrefour, Tiendas Tipo, El Corte Inglés, FNAC y Media Markt de toda España, y si de comodidad o distancia se tratara, tampoco teneis motivo para no escucharlo, puesto que en El Desván del Duende lo ponemos a vuestra disposición para descargar en formato digital desde iTunes pinchando en el siguiente enlace: http://itunes.apple.com/es/album/besos-de-cabra/id489319016.

En estos frenéticos días hemos superado las 30000 visitas del videoclip de nuestro primer single:




y hemos tenido el placer de comunicar que hemos sido elegidos pregoneros del Carnaval de Badajoz 2012!! Nos llena de orgullo poder representar a uno de los mejores carnavales del mundo, declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional, haciendo gala de lo único que sabemos hacer, música por y para la gente, sobre todo de nuestra tierra. Así pues, os invito a todos a acudir sin falta del 17 al 21 de Febrero a Badajoz para encontrarnos bien en el balcón del ayuntamiento, o en cualquier callejuela cantando entre amigos. No te olvides el disfraz!!

Por último, os dejo aquí un aperitivo de la que será nuestra nueva Gira 2012 Con Cabras y a lo Loco Tour, por si os quereis arrimar a vernos y compartir un ratito de compás y alegría:

3 DE FEBRERO - SALA CARACOL - (MADRID)
  4 DE FEBRERO - SALA BUMERANG - (GUADALAJARA)
10 DE FEBRERO - SALA ZERO - (TARRAGONA)
11 DE FEBRERO - SALA APOLO 2 - (BARCELONA)
  2 DE MARZO - TEATRO LÓPEZ DE AYALA - (BADAJOZ)
17 DE MARZO - SALA BAOBA - (ALBACETE)

Las entradas anticipadas por internet a la venta de momento son estas:
BADAJOZ http://www.entradas.com/entradas/el-desvan-del-duende---besos-de-cabra-evento_1_2_6_70959
MADRID http://www.ticktackticket.com/entradas/goto.do?claves=.43950

Amenazo con regresar en cuanto calme el temporal... Besos & mordiscos.


EL PARTIR DE LOS VELEROS

"Un comienzo no desaparece nunca, ni siquiera con un final".

 Harry Mulisch. Escritor holandés



La impaciencia del presagio castiga siempre a los amantes. Los sanciona con el pesar de la lluvia, cuando caminan inertes de la mano del otro, del abrazo de nadie hacia un futuro sin acuse de recibo.

Es el precio del delirio, de la gota de lujuria derramada en cada vaso medio vacío. Sin ella la vida seguiría surcando el aire que entre todos compartimos, sembrando el mundo de pares que perecen al llegar a casa, tan evidentes como el tropiezo de latidos que genera sin quererlo el compromiso... Hasta que una noche sin luna se les desabrocha al fin el pecho.

La impaciencia de saberlo le hostigaba, lo incendiaba de impotencia ante lo bello de encajar todo su universo en aquellos ojos. Ella se iba, marchaba lentamente y lo sabía. Sabía del partir de los veleros, de los sueños imposibles y lo posible de perderlos... Pero la amaba. Él la amaba y no había más. No podía zafarse de su veneno a pesar de la evidencia, como el cometa que en su estela va dejando sin quererlo algo de sí.

Quería morir en pleno sueño, en pleno centro de una foto vacía de mundo, solo a su lado, sin la lascivia de rotar de alma en cada guiño de mujer. Quería vivir en ella antes de que la vejez efímera lo despojase por siempre del perfume a madrugada... Pero era ella un amor fugazmente eterno, tan breve como el filo de su falda. Sabía de su marchar lento, gradual entre caricias, inquieto en cada alcoba. La sabía deslizarse de su mano poco a poco pero no podía dejar de quererla, de desangrarse hacia el presente.

Quería gritarle que no se fuera nunca; implorarle que era su voz lo único que lograba mantenerlo vivo... Pero ella amaba las estrellas. Nació para descolgarlas, una a una, hasta vaciar el firmamento. Por eso miró serena la ventana, luego le observó de lejos. Posó su copa sobre la barra y encauzó sus huellas sosegadas hacia él.

Había vuelto a amanecer.
 

LA SONRISA DEL AIRE

"No olvides nunca que el primer beso no se da con la boca, sino con los ojos".

Bernhardt Escritor alemán.



Ella sabía reír. Reír y lo había perdido todo. Sabía reír y hacer de su risa el remedio para cualquier quebranto.

Ella reía y no más él se tornaba inmortal, tan imperecedero como los besos que dormitaban en el filo de sus bocas. Sabía reír lo suficiente como para obligarle a amar su persona de por vida cuando la veía pasar con su canasto de esparto atestado de flores secas. Lo bastante como para temer el ansia de deberse a su sonrisa bella, linda como la luna licuada en el mar de sus pupilas.

Sabía reír sin motivo alguno, justo cuando menos lo sospechaba el par de labios que cercaba su boca. Reía por todo sin causa, como hacen los niños que pueblan el mundo de columpios y hadas. Lo hacía bajo la lluvia, enjuagando su desdicha a insolentes carcajadas y no le quedaba nada, nada excepto él y aquella forma de quererla en silencio... Era miserable, tanto como para no serlo nunca más ahora que la vida la había encanecido a deshora, ahora que un milagro le había conservado un corazón de adolescente. Estaba tan maravillosamente llena de zozobra, de pesadumbre inusitada que reía hasta vaciarse de pena. Era tan bella... tan frágil en medio de aquel mundo restallante de costuras que decidió encajarse el milagro de la felicidad entre ambas comisuras.

Y la amaba. Él la amaba y era tan pobre su amor que decidió ofrecerle el mundo de un modo cristalino, sin hueco a la duda, para que ella supiera por siempre que nunca más podría ocultarlo. Durante el día él hablaba de ella consigo mismo, por la noche hacía lo imposible por soñarla... La mañana del mundo caminó lento hacia su sombra, inquieto en la certeza de ganarla o perderla por siempre en aquel intento. Él observó agrandarse su figura a cada paso mientras ella embellecía un clavel. Por fin estaba ahí, apenas el tropel de gente desbordando la plaza y ella, siempre ella, justo a dos pasos del cielo. Apretó los puños, respiró hondo y posó el último aliento en su hombro de alondra. Ella pausada giró la mirada hasta estrellarla de lleno en la suya.

Él venturoso le ofreció una manzana... Ella sonrió.