"La política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez".
Winston Churchill (1874-1965) Político británico.
El pequeño Iyad supo aquella tarde que hay rincones del universo a los que nunca vienen a morir los años. Su abuela Keira por fortuna fue una grata excepción, estaba muriendo bien, rodeada de los suyos, con el único modo de paz posible, la que mandaba en velero hacia las aguas del Bahr Al Mil ese longevo sueño en su Karbala natal; la paz consigo misma. Por suerte, se abandonó a la inconsciencia justo a tiempo para que sus pupilas no alcanzaran a ver saltar por los aires la casa de su infancia.
Su tío Hassan, aquel cincuentón parado, le hizo jurar aquel año que lucharía por la libertad y la democracia en su tierra, la última frontera hacia la hipócrita cordura entre hermanos de piel y sangre. Un mes antes de las ansiadas elecciones apenas ardieron los rastrojos de su débil corazón y el pequeño Iyad contempló en primera persona cómo desde el borde de la cama se le iba el único anclaje que aun lo sujetaba a la vida. Su pobre tío no supo morir. Llevaba una semana muriendo mal de neumonía, como un perro. Tantos años pisando las calles sin saber si regresaría a casa, y a última hora no supo fallecer del modo ejemplar que siempre soñó mostrarle a su sobrino. Murió entre lágrimas, desquiciado y malherido de pena. El aroma de la pálida inundó cada recoveco de la estancia y a la mañana siguiente sonaron de nuevo las sirenas en Bagdad.
Aquella tarde murió elegante, despacio, tan sutil que apenas pudo Iyad percatarse del manto de luciérnagas que en cuestión de minutos lo cubríó por completo. Le inundó el recuerdo de antaño, el de siempre, sus padres y aquel mercado. El suelo poblado de cáscaras, astillas y un diario con la guerra preventiva en llamas. Aquella tarde anunciaron un 62% de participación, esta vez los suníes obviaron el boicot para sumergirse en los comicios, y comentaban las ondas que el terror había sido por fin vencido. Pero Iyad ya había aprendido a huir de las falacias, la libertad nunca se posaría en su barrio y esta vez, no tembló al cruzar frente al convoy.
Al pequeño Iyad nunca le preocupó la muerte, porque cuando estuviera, él ya no estaría. Aprendió a vivir atado, zozobrando entre la arena pero por fortuna, cayó feliz de cumplir su promesa a Hassan; el suicidio siempre fue una muerte libre.
Qué historia más triste, Miguel. Si no escribieras tan rebien sería más llevadero. Cuántas vidas se ha llevado la "fe".
ResponderEliminarUna pregunta: ¿eso de que tienes un contrato con una editorial? Tienes que contárnoslo.
Hasta pronto.
Estremecedor relato, Miguel.
ResponderEliminarNo hay temática que se te resista.
Besitos!
Excelente post amigo aunque algo de tristeza dejas en la noche.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Cálido abrazo.
Por desgracia a veces se hace necesario gritar las voces tristes a pesar de su carga de lástima, gracias a todos por seguir ahí. Un saludo
ResponderEliminarPues cuando quieras nos vamos.
ResponderEliminarBesos y Mordiscos.
Que grande eres que facilidad para expresar la tristeza de la realidad q se vive ne muchos paises, que zarpazo al alma amigo. un abrazo enorme hermano.
ResponderEliminarMe has hecho salir de mi ensoñación amigo.
ResponderEliminar¡Qué vida!
Un fuerte abrazo
Diste en la tecla Luismi, con esa única intención se derrama este post. Hay que abrir los ojos de una vez, un saludo
ResponderEliminarSaltar la infancia convertirse en guerreros sin haber llegado a la adolescencia…no quieren convertirse en cadáveres anónimos…pero les roban los sueños…no hay descanso…solo relatos de sufrimientos atan sus pensamientos cada anochecer…una historia de sangre que intentan justificar con la fe….ya no escapan de la escuela…de las matemáticas… escapan de los bombardeos intentando con no convertirse en parte de las lista de víctimas…y algunos solo quieren ser ángeles para llegar pronto al cielo…dejando atrás el humo …la ceniza …el olor a pólvora …a sangre… a olvido …besos Miguel
ResponderEliminarEstremecedor!
ResponderEliminarNo puedo ni quiero extenderme más.
Un saludo
Hijo,este es el mundo de injusticias sociales ,religiosas y civiles que hemos heredado...que legaremos nosotros?.Espero que con gente como tu al frente denunciando el dolor de la tierra y el hombre con su pluma(ahora PC) DESPERTEMOS.Magnifica narración,Miguel.Un abrazo
ResponderEliminarTal vez el suicidio aparezca como liberación, pero las guerras vanas que se inventa los hombres (que por supuesto usan y engañan a los muchos suicidas en potencia) NUNCA los son.
ResponderEliminarImpecable y atrapante relato.
Saludos!
Xio, qué gustazo verte redactar así, es como tener tu blog en el mío.
ResponderEliminarEurice, a veces como en este caso, sobran las palabras.
Alfonsito, bien se que nunca andaré solo este camino, bien me lo enseñaste...
Neo, por supuesto que tienes toda la razón, pero sobre el terreno, las cosas cambian a veces.
Gracias a todos por vuestro tiempo.
¡Menos política y más mimos!
ResponderEliminarUff, me has dejado impresionada...
ResponderEliminarUn abrazo amigo, ¡que bien escribes!.
Besitos
Jacquie.
Muchas gracias Jacquie...jejej. Besos y mordiscos
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