RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

PAN Y CIRCO

Cuenta la leyenda que del mundo nunca fue la poesía su motor. El valiente murió en su afán de cambio pero al menos siempre mantuvo el consuelo de ser eternamente respetado por sus convicciones ¿Alguien acaso puede dar más?. La vida es combativa, tanto como para desdeñar los buenos sentimientos entre humanos y entrenarnos socialmente desde el recreo a cabrones; a hijoputas que roben bocadillos y febriles en su empeño nos demuestren a todos que sin desprecio no habrá gloria, muerte al dócil, la vida es dura amigos. Sepan que el cielo es sólo para los listos, propiedad inexpugnable del más zorro; el que de soslayo te escrute y escudriñe frunciendo entrecejo y con suerte te permita pisar su misma acera gruñéndote por tu apariencia de normal. Normal, que término tan tristemente vacuo... El plan es sencillo y conciso desde que el hombre es hombre y la mujer su compañera, sin contemplación aplastemos al débil; descarnemos a jirones al antihéroe, ese que nunca vemos en los reality de televisión. No hay muerte natural, nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente, y aun si los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida.

Pan y circo en la política como en el amor, a ratos términos tan dispares que únicamente al contemplar a las parejas desde este alféizar de mi ventana aproximo mental y consecuentemente sus estelas (en exceso de un tiempo a esta parte). Todo me cabe en el embrujo de este juego. La violencia inusitada de los caimanes al acecho de un ocelote no dista de la que derrama un gorrión enjaulado cuando llega la feliz ancianita y le encaja su ración de alpiste y agua rancia. Vivimos para exigirnos algo más día tras día; las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la famosa y maldita pirámide de Maslow. Entre autorrealización, reconocimiento y no recuerdo cuantos escalones más oscilan los presentes y futuros de nuestra equívoca generación. Y se van los días, esos sí que no vuelven.

Yo, bohemio de mí, quiero creer que hay algo más que pura mecánica psíquica (racional versan algunos...) en toda esta maraña de desazones; no pueden ser la honestidad o la ilusión combustible que arda dentro de cada ser humano sin repercutir en su ensimismado don del buen hacer.

Cuando miré a la cara éste sábado de un niño regordete jugando en la arena con su amigo a tenis invisible disipé mis dudas entre sus pecas; pronto también se reirán crueles de ellas y él deseará no haber nacido, pero al menos, sé que aún no está todo perdido.

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