RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

EN EL CAJÓN

Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.

Yo tenía un barrio por ciudad, mil días de bolsillos y cromos, tebeos derramados en una mesa de bar, un monopatín solitario en el garaje, calor en navidad, villancicos en el cassette. Yo tenía olor a salitre en la ventana, un zahorí de boina calada, caja y bombo en los ensayos de enero, detergente para el barro, una acera donde hacerme mayor. Yo tuve una tormenta en la ventana, el filo de mi navaja suiza, una lupa quemando bolsas de basura, zapatos seniles en el trastero, un pozo y mi burro, charol rojo y tijeras, pins en la solapa, pulseras que me cubrían el brazo, el tupé de mi abuela, septiembres a la bartola.


Yo tenía una pecera pequeñita con peces naranjas, páginas a boli en mi diario, ropa sucia cada tarde, un hámster comiendo pipas, un cielo sin santos, chaparrones en la playa, glaciares que nunca se derretían en la tele, Martini de garrafón, Rives y Bacardi cola con mucho hielo. Yo tenía el mejor perro del mundo, un corazón tallado en un eucalipto, pesetas negras, balones de Phoskitos en la cuneta, relojes Casio de pulsera, rotuladores Carioca con colonia, cajas de ceras Plastidecor siempre incompletas, sombras chinescas entre farolas, un cajón con petardos y candado, cigarros en el molino. Yo tuve chupetones bajo la melena, arañazos de pasión, vidrios pulidos en la orilla, héroes que existían, reyes en el salón.


Yo tenía la zarpa de mi gatito, una casapuerta donde vender mis dibujos, el latido acelerado en gimnasia, plataneras salvajes entre los escombros, caballitos y derrapes en la moto, borracheras sin resaca, zagalas que se rieron de mí, trajes de fin de año prestados. Yo tenía malotes cabrones de los de antes en clase, miedo de quedarme solo, ladronas de ilusiones, todos los juguetes del mundo, pastillas para el carbón, cabinas de madrugada, envidia de tanto, luz en la mesilla, espadas de fregona, trombas en el Carril, patos en La Charca, sabias pupilas azules, bosques de pinos. Yo tuve sangre en la nariz a todas horas, las malditas gafas, el perfume de mi calle mojada, mapas del tesoro, la cárcel de La Oca, papeletas y polvorones, brujas buenas, lápices sin punta, cenicientas a las doce, una lonja en el muelle, banderas verdes, estrellas fugaces sin deseo, gaviotas en el río.


Yo tenía libros en la mochila, hilos ardiendo en el brasero, sobras en el comedero, pimplato y comba, un jilguero azorado, un eclipse en la azotea, saltos a la baldosa de color, papel Albal en el recreo, conjuros en la ouija, gusanos de seda y hojas de mora. Yo tenía espigas en los calcetines, un corazón aventurero, más amigos que nadie, gomitas en Petinme, un disfraz de carnaval, turrón del blando, el consuelo de mamá, arco iris dobles, coraje en la pelea, nanas en mi cama, virutas en la papelera, el pitido de la olla. Yo tuve botas con punta de acero, la misma luna de hoy, cometas al levante, lechuzas en la rama, columpios que chirrían, un espejo que me escupe, libretas de cuadros, letra de niña, amapolas en el descampado, guerras en las montañas de arena, coquinas en el cubito azul, vértigo en las manos, tizón en los cachetes, zarcillos en las niñas.


La infancia es un privilegio de la vejez. No sé por qué la recuerdo actualmente con más claridad que nunca.

3 comentarios:

  1. ¡Cuántas de esas cosas que tu guardas en el cajón de tu infancia están también en el mío! ¡Cuántos recuerdos me has traído!

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  2. Estás removiendo toda mi alma, ¡Cuántos recuerdos has desempolvado!

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