RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

EL PARTIR DE LOS VELEROS

"Un comienzo no desaparece nunca, ni siquiera con un final".

 Harry Mulisch. Escritor holandés



La impaciencia del presagio castiga siempre a los amantes. Los sanciona con el pesar de la lluvia, cuando caminan inertes de la mano del otro, del abrazo de nadie hacia un futuro sin acuse de recibo.

Es el precio del delirio, de la gota de lujuria derramada en cada vaso medio vacío. Sin ella la vida seguiría surcando el aire que entre todos compartimos, sembrando el mundo de pares que perecen al llegar a casa, tan evidentes como el tropiezo de latidos que genera sin quererlo el compromiso... Hasta que una noche sin luna se les desabrocha al fin el pecho.

La impaciencia de saberlo le hostigaba, lo incendiaba de impotencia ante lo bello de encajar todo su universo en aquellos ojos. Ella se iba, marchaba lentamente y lo sabía. Sabía del partir de los veleros, de los sueños imposibles y lo posible de perderlos... Pero la amaba. Él la amaba y no había más. No podía zafarse de su veneno a pesar de la evidencia, como el cometa que en su estela va dejando sin quererlo algo de sí.

Quería morir en pleno sueño, en pleno centro de una foto vacía de mundo, solo a su lado, sin la lascivia de rotar de alma en cada guiño de mujer. Quería vivir en ella antes de que la vejez efímera lo despojase por siempre del perfume a madrugada... Pero era ella un amor fugazmente eterno, tan breve como el filo de su falda. Sabía de su marchar lento, gradual entre caricias, inquieto en cada alcoba. La sabía deslizarse de su mano poco a poco pero no podía dejar de quererla, de desangrarse hacia el presente.

Quería gritarle que no se fuera nunca; implorarle que era su voz lo único que lograba mantenerlo vivo... Pero ella amaba las estrellas. Nació para descolgarlas, una a una, hasta vaciar el firmamento. Por eso miró serena la ventana, luego le observó de lejos. Posó su copa sobre la barra y encauzó sus huellas sosegadas hacia él.

Había vuelto a amanecer.
 

5 comentarios:

  1. Es el precio del delirio, de la gota de lujuria derramada en cada vaso medio vacío, susurrame y quedate....

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  2. "Pero ella amaba las estrellas. Nació par descolgarlas, una a una, hasta vaciar el firmamento"

    No tengo palabras...

    Un beso enorme!!

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    1. Las despedidas siempre se llevan algo de muy dentro, pero a cambio nos deja impregnados de su amor para superarlo. Besos

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  3. Aunque uno llegara a saber el final, aunque uno tuviera claro que no hay posible feliz desenlace...¿dejaría por ello de apostar a un inmejorable comienzo?¿evitaría empezar con delicias lo que sabría breve y acotado? Creo que no, simplemente debería ser disfrutado como una felicidad temporal que bien merece ser defendida.

    Un abrazo!

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  4. Todo aquello que vive y siente en la piel y el alma, deja una imperdurable huella, duerme sigilosa a pesar de ese tiempo que dicen que todo se lo lleva, mas…siempre un ápice de lo que fue, queda…

    Una vez mas disfrutando y deleitándome con tus letras amigo…

    La imagen es preciosa…

    Bsos ;-)

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