
Milan Kundera. Novelista y ensayista checo.
Miro y callo. Ensimismado en el deleite que nos cede la proximidad al roce, suspendido en el aliento que emana de tu piel, tersa cual fina pluma de alondra.
Miro y silencio los dedos. Silencio el ardor de estos dientes hambrientos de curvas, abocados al dispendio de lenguas bruscas, sedientas de cuerpo y saliva. Y lo hago al disimulo de mi mismo, eludiendo la sugestión de tu hechizo de hembra carnal, parida de los dioses para fascinar al aire; a cada viento que te roce mientras dormitas la lascivia que nos une. Miro y tiemblo ante tu espalda, sorteando cada traba que ofuscaba mi presente para terminar feliz en ti, con los ojos dilatados para abarcar apenas los confines de esta bendita ventura.
Miro, miro el acabado de tus piernas y dichoso sonrío a la luna. Tú imperceptible respiras, sabedora en sueños del cautivo proceder de este latido que desborda los siete mares a tu paso y le vuelca los cielos manchados de azabache a un mero susurro de tu boca. Sonrío, duermes y con el corazón henchido degusto la belleza refinada de una flor en el océano de tus párpados, como paladea la penumbra tu tez infantil de gata linda hasta vestirla de luz al alba, perfecta a los ojos de la vida.
Contemplarte amor... Contemplarte en la noche es besar la fortuna de saberse único.