
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.
La tristeza hay que sacarla a punterazos por la ventana, a ramos de flores restallantes de amor, a buenos momentos rescatados del pozo de la memoria.
El desconsuelo es la ceguera transitoria del hombre ante la ancha vereda que pensó un día caminar. Un modo de ahogarse en la puntualidad de la propia existencia, un zarpazo que lejos de hundirnos vino a recordarnos las reglas del juego; la amnesia que en nuestra rutina de días calcados nos hace olvidar el concepto caótico y salvaje de la existencia misma.
La vida no entiende de ancianos y niños ante su hora. Las escuelas nos mienten con su norte, no enseñan a llorar amantes, dormir en bosques, transigir una pérdida... No muestran el sudor del pan, el carbón por navidad, el pecado ni la cruz del marinero. Orquestar un mañana, planear siquiera el ahora venidero no es más que hacer reservas con la nada. Los dados de Dios le aseguran apenas media luna a la noche, y nosotros empeñados en llamar desdicha a la arrogancia de creernos sabios.
Levántate, vomita lamentos. El destino te besa con rosas y te parte los dientes... ¿No es acaso maravilloso estar vivo?