RÁFAGA DIURNA

"Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única".

Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.

CELOS DE TU BOCA

"Para el escritor hay una cuestión de honor intelectual en no escribir nada susceptible de prueba, sin poseer antes ésta".
José Ortega y Gasset (1883-1955) Filósofo y ensayista español.


Traigo en la garganta un verso herido por el tiempo, a ratos huidizo a la sombra de la vieja parra, en ocasiones vivaz cual agua de cántaro enjugando un rostro de vespertina muchacha linda. Y me masculla al oído sus ansias por ser parido, su deseo de rimar al pálpito de alas en el corazón amigo, y me muestra plomiza la noche sin letras que perfilen la hermosura de una estrella. Y me grita canciones que debiera pulir, y me escupe verdades que debiera esquivar por no herir más esta preciosa y resquebrajada fragilidad.

Tengo el verso ancorado al olvido, al acecho del tránsito, sujeto al mero fluir de la vida y no puedo más que enjaularlo hasta venideras nuevas. Tengo ese verso que destripa la mesura de los charcos, que desata tempestades en el alma cual sangrante torso de ciprés donde tallar tu nombre. Lo llevo macerando en el envés de las pupilas desde que te vio mi vida, allá en la madriguera de mi conciencia más concisa y abstracta. Allá en los confines de una suerte desigual, donde tengo la pericia que traerán los años restallándome hoy la boca, con la receptividad del asombro absorto en un perfil de mujer dormida.

Tengo el verso en vena cabalgándome los días, encabritado entre escombros por guardarlo atado en corto. Traigo ese verso que cimbra los cimientos del cielo, el que hizo llorar a la luna bajo un manto de candela. Lo traigo entre los dedos, delirante por su esencia pura, con la fuerza de los mares en mil letras por escupir. Pero tú, sólo tú, hiciste hoy feliz de nuevo al aire sólo con esa sonrisa. Y yo, yo tengo celos de tu boca.

OCÉANOS DE SALIVA

"El sexo sólo es sucio si se hace bien".
Woody Allen (Actor, director y escritor estadounidense)


Yacían ocultos tus labios mientras la Luna menguaba en su blusa de ceniza. Dormían tus ojos de miel espesa durante el lento amanecer del infierno en mi boca y se incendiaba el aire al disfrazársenos de horizonte el Sol.

Resbalaba un amor casto anestesiado hacia el olvido, allá donde nada pudiese oír ya su honesto grito; donde sólo supiésemos darnos al hambre absoluta como dos ebrias panteras. Y rodó lento, gradual y sabedor de su segura derrota ante el aplastante peso de la lujuria. Allá, a orillas de los siete mares del pecado, refilaban mis dedos hacia el contorno pulido de tu nuca y altivos se enmarañaban parsimoniosos bajo tu pelo, con la dilación de quien aparta el robusto ramaje de una senda vírgen por surcar. Y se abrazaban traviesos al perfil canela escarpiado que te dibujaba en cada poro aquel suspiro de garganta reposada, de niña tierna que en su fingida sorpresa tratara de ocultarme sus ansias por prender la mecha entre dos cuerpos a un paso de batirse en duelo.

La carne fue veneno, a tientas cegó el mundo. Y aquel roce se despeñó a tu espalda presagiando un vicio abierto, con la danza perversa del deseo mordiéndonos los dientes, bajo huracanes de Pandora y un feroz galope a la deriva. Y nos dañamos gozosos con el pudor de las bestias que no saben de camas, y te hice nube mojada para lloverme en las noches vacías, aciagas sin ti. Y me di a la conjura de escupirte el alma por una dentellada más de ombligo, y las manos se me desnudaron de piel para mostrarse alas bajo tu ropa. Y tu ropa murió de pena sobre el delirio de la cordura y todo cuerdo fue demente ante la curva de tu cintura; cintura que supo a almíbar cuando robamos su gloria al cielo y en océanos de saliva naufragamos corazón.

AMOR DE ABUELA

"Mis viajes más bellos, los más dulces, los he hecho al calor del hogar. Con los pies en la ceniza caliente y los codos reposando en los brazos desgastados del sillón de mi abuela. No se trata tanto de viajar como de partir".
George Sand (1804-1876) Escritora francesa.




Es ese el que quiero, el tuyo que perdona a los canallas. Un amor de sopa de cebolla, arroz con leche y retrato en blanco y negro. El de la humilde palangana y la merienda a voces por la ventana, con la ilusión mordiendo primitivas y la ternura trepándote la boca. Tú, la pasión que jamás tosió tabaco, la de la vírgen en cajita de madera circulado por el bloque, una semana por alcoba con Marina y Esperanza en su corona. La de los ojos de niña buena viendo crecer nietos en el pasillo, huecos de mal e ignorantes de pecado; con la guerra royéndonos las batallas de camilla y un bóxer llorón en busca de cerillas. Es ahí, en el inmenso cariño de tu beso resonante, donde mueren los billetes y se hace absurdo el progreso aciago de la humanidad, diluido en el universo de tus manos sabias, las que me forjaron hombre en tu escuela de la vida, madre.

Es ese el querer que añoro, el que velaba dichoso ese hijo hasta saberse mi padre. El del nacimiento en el salón, con su río de papel de plata lamiendo el puente a los camellos cargados de cromos. El del Cinzano en la alacena junto a botes de latón, con los paños que engalanan los cestillos de mimbre y el ganchillo recolgando del amable butacón. Ahí vivo por siempre, entre camisas de seda y lechuga para Federico. Aguardando el periódico de Margarita y el timbrazo de Manolo y su pan, que no acaba de mejorar de lo suyo. Con la lluvia de diez años en un balcón siempre abierto, y San Judas rodeado de velas cansado de esperarme. Con los bolsillos remendados del azote de la vida y tus carrillos enfundados en un rosa atardecer por San Juan, al acecho de ese novio policía que jamás llegué a conocer, esquivando al bribón de tu hermano en la pastelería para trocarte esa foto dedicada...

Es ese abrazo a fuego lento la mañana que marché arrojando mil años al bidé, hacia un cielo embravecido en el desvelo de tus noches y las mías. Es el apego a la pureza de vivir en un designio de limpiabotas con burros y carros, con un querer para toda la vida, lejos del humo y la prisa, agazapado en las sobras que nunca te sobraron.

SANTA LIMOSNA

"- Por cierto, tú cuando ayunas, así como hoy, por los pobres... ¿Ellos cómo lo notan?

- Por el cuerpo místico de Cristo.

- ... ya ¿Y no sería mejor que les dieras a los pobres lo que no te comes tú?

- Ese es otro apartado, por así decirlo. Eso es la santa limosna.

- ... ya. Esta mañana he pregonado lo que me has dicho. Eso de que Dios es uno y trino... Yo creo que no se ha enterado nadie de lo que quería decir.

- Es que para eso está la fe, padre.

- Me parece a mí que tenéis un cuajo..."

Amanece que no es poco

POBRE DE AQUEL

"En el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su mañana y toma su frescura".
Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.



Pobre de aquel que vio meras caricias donde hubo manos en velero.

Pobre del que camina con el vértigo a la muerte menguándole los días, en la cautela del venidero alud que nunca llega a acontecer. Infortunado proceder el suyo, por ahogarse en plena orilla con su cáscara de nuez. Pobre del próspero en su caduca opulencia por no saborear los charcos, ni tener alma de humilde barreño. La soberbia merca besos, pero nunca podrá costearse el latido de un corazón enamorado.

Benditas las pupilas frágiles por diluirse en la acuarela de un cielo amanecido, bebiendo su purpúrea gradación sin despeinar las trenzas de la luna. Pobre del rincón que guarda luto a nuestra ausencia, envenenado de nostalgia hasta enfermar a la propia añoranza. Triste solitario quien cierre balcones, anclado en dorados ayeres por tan ciego obviar la ventura del mañana. Ay de quien sueñe soñar; la felicidad huye a su perseguidor como la sombra a la noche... La fortuna es la veleta del destino, fuimos simples herederos de un mundo compartido hasta que hicimos nuestro su legado. Pobre del hombre, pobre del hombre.

Bendito el amor por acechar silente esta abisal ignorancia y demoler los cimientos de nuestra laberíntica presunción de eruditos. Por devolvernos de rodillas, la fe en una hoja de trébol.

GRACIAS

"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo".
Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.


A escasos días de cumplir esta Palabrafernalia su primer año de vida, un maremágnum de sensaciones está empapando las esquinas de mi habitación. Todo un soplo de vida, de aire fresco me ventila el balcón de la nostalgia. Hoy logro oír de nuevo el rumor de caracolas desde la inmensa llanura.

Gracias a todos por haberme prestado vuestros minutos, pedacitos de existencia que por siempre quedarán a fuego en cualquier recuerdo vivo que me venga a visitar. No daré nombres, sabeis quienes sois. Gracias por contemplar conmigo a las doncellas, por cuestionarnos la verdad de la fortuna e importunar al destino tumbados en el edén. Por advertir juntos el inabarcable infinito en el zaguero botón de una blusa y saltar conmigo al vacío de la nada, el de las agujas punzantes que arrincona a las estrellas, para mostrarnos el colosal azabache de la pena más honda.

Gracias por la anónima hermandad, por el calor de una letra parida del alma. Por reirnos de las canas para temerlas a la vuelta de la esquina, por las flores en canastos de mimbre apiladas en cada comentario. Gracias por mirar conmigo la luna sin temer a Dios, por hacerme crecer con el aliento de los que realmente sois poetas; por amar mis humildes melodías como si la elegancia del viento quisiera posarse cada noche en mi guitarra. Gracias a las musas por cubrir de rosas la escarcha del sendero, por la voz de la utopía que se hizo libro, por los sueños en sandalias que se mofan de profetas y predicadores. Por ser tan bella la vida en su cruel certeza.

Uno es justo a su manera, sabedor del milagro de estar vivo y obligado por tanto a transmitirlo. Por eso este tímido blog nació para ser, pero se enamoró de lo único importante, las benditas pequeñas cosas. Hoy, con más de 300 comensales a la mesa y casi 50000 pares de pupilas dilatadas bebiendo versos, necesitaba deciros con el corazón en la mano y el deseo juguetón de un chiquillo, que me habeis hecho feliz. Gracias a todos.

ESTELAS EN LA MAR

"Loco no es el que ha perdido la razón, sino el que lo ha perdido todo. Todo, menos la razón".
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.


Sí, soy yo. Yo soy el lunático que abandonó su calle una mañana de otoño, sí. El que vió llorar a las piedras de tiza del callejón y su llanto lo dejó maltrecho; el que no logra asesinarlas del recuerdo que galopa en cada beso. Ese soy yo, el chiquillo con chanclas que herido de infancia despidió a su padre orgulloso en la parada, sintiendo mortal el desgarro de nostalgia pateando su estómago al cruzar hacia la vida.

Sí, efectivamente, soy yo quien armado con flores se abandonó al desvarío del gozo por las toscas maneras, las insanas por naturaleza; esos pellizcos de la gente que fue acunando mis maneras en su regazo de encinas y veranos soñolientos hasta tornarme gigante la fortuna. Fortuna de sentirme afortunado, de creer y ver al hada y su varita. Soy yo quien te sobrevuela y hacia el vasto universo que rezuma la vida abandona su presente. El bohemio soñador que te abre las puertas del cielo en unas manos de abuela, el ave fénix con los ojos llenos de destino y un pajarillo pícaro cantor en la garganta. Ese soy yo. El gitano practicante de las cuerdas revoltosas, el canalla del piropo capicúa y el cariño endurecido. Soy quien sueña con barquitos de papel cuando los días comienzan a parecerse demasiado unos a otros, cuando el mundo se olvida de brillar en cascabeles de lucero y el marino sólo es otro marinero.

El alma se me inquieta ansiosa de batallas al descubrir las míseras expectativas que de codicia, pudren a los hombres que pisan esta tierra. Yo nunca quise anclas a puerto ni diluvios de rosas, sólo cobijo a mi día y cielo a la noche. No supe de plancha ni tedio, sólo de arruga y cantina. Y malvivo feliz en mi vida por ser mía, por ser toda, por ser vida que ha de devorarse. Lejos de humildes y cálidos orígenes de sal, con un puñado de versos que regalarle a la luna y el corazón henchido para todo el que lo quiera acompañar.